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Un poco de verdad y algunos cuentos chinos

El autor de este artículo, periodista y director de comunicación de la Empresa Nacional de Residiaos Radiactivos (Enresa), desmiente una información publicada en este periódico sobre el vertido de residuos radiactivos franceses en una mina de Badajoz y reflexiona sobre la acogida que tienen las informaciones que, como la suya, tratan de situar el problema en sus límites. Precisa también que El Cabril (Córdoba) almacena residuos de baja y media actividad, y que ni ahora ni nunca almacenará residuos de alta actividad.

El pasado día 9 de septiembre se publicó en EL PAíS una información de su corresponsal en Cáceres, Pedro Jara, titulada "El CDS denuncia el vertido, en una mina de Badajoz, de residuos radiactivos franceses". De acuerdo con esta información, "residuos radiactivos procedentes de Francia están siendo vertidos en tina mina situada a 15 kilómetros de Azuaga (Badajoz), según ha denunciado el presidente provincial del Centro Democrático y Social (CDS) de Badajoz, Tomás Martín Tamayo". La citada información indicaba que "camiones con matrícula francesa, siempre según la opínión del dirigente del CDS, llegan de madrugada a una mina próxima a Azuaga, que permanece vigilada por la Guardia Civil, depositando residuos de uranio 325 enriquecido". El corresponsal recoge que el CDS asegura tener fotograrias de estos hechos, indicando que viene investigando el tema desde hace siete meses, y emplaza a la Junta de Extremadura a confirmar o desmentir esta situación.El corresponsal señala que el consejero de Industria y Energía de la Junta de Extremadura, Antonio Rosas, ha dicho "que ¡lo posee datos sobre este supuesto cementerio radiactivo, aunque lo niega categóricamente su posible existencia". Según esta crónica, Antonio Rosas señaló "que'el CDS ha hecho esta declaración alegremente, con mucha demagogia y de forma irresponsable; lo que me preocupa es que la gente es muy sensible al tema nuclear, y esto podría alarmar a la población de Azuaga".

"Antonio Rosas puntualizó", sigue el corresponsal, "que es la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) la encargada de concretar el destino de los residuos radiactivos, por lo que el Gobierno regional extremeño carece de datos sobre el tema".

Se mencionaba en esa nota a la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), en la cual trabajo como director de comunicación social. De manera que va a ser inevitable que muchos piensen que aquí me limito a la tarea de arrimar el ascua a mi sardina.

También es de suponer que se espere de mí una estentórea condena de esa sospecha, pero sería una espera inútil, porque, en efecto, trabajo en esta empresa pública y a eso me debo. Así es que voy a tratar de arrimar el ascua a rni sardina cuanto pueda. Pero, al mismo tiempo, sería muy conveniente hacer saber a los suspicaces que no soy tonto y que soy un hombre libre y un periodista viejo, condiciones todas ellas que me impedirían trabajar en Enresa si las viese, siquiera fuese de lejos, amenazadas.

Esa información que he citado es, sobre todo, cómica. Pero merece algún comentario. A ningún periodista se le oculta que en cualquier noticia se puede deslizar un error o una mentirilla. Lo chocante en este caso es que, desde el principio hasta el final, no se dice una sola cosa que sea cierta. No existe el uranio 325, no hay minas en el término municipal de: Azuaga, ningún camión francés ha transportado jamás residuo radiactivo alguno por nuestro territorio, ninguna instalación de Enresa en toda España es protegida por la Guardia Civil. Es todo demasiado sorprendente, en verdad, y cuando las cosas son tan sorprendentes le dejan a uno inerme, en la situación de absorta perplejidad en que me encuentro ahora mismo.

En las horas que siguieron a la publicación de esa noticia, sus fuentes matizaron cuanto pudieron. Ya no se trataba de Guardia Civil, sino de guardas jurados; ya no se trataba de Azuaga , sino del almacenanliento de residuos de El Cabril, en Córdoba; ya no se trataba de pruebas, sino de testimonios. Sobre todo de uno, ciertamente emocionante: un joven pasea por la noche en la sierra, a bordo de su moto, y ve terribles camiones franceses cargados de residuos radiactivos yendo de aquí para allá. Primero se aseguró que "había fotos" -que jamás hemos visto, por lo menos hasta este instante, y miren ustedes que sería formidable verlas-, para en seguída matizar asegurando que "había documentos". Así es que Francia -el infame gabacho- burlaba fronteras y aduanas, toreaba al Estado español, disfrutaba de la connivencia cochina de alguna institución española, violentaba la vigilancia de las fuerzas de orden público y enviaba camiones atómicos a cambio de los fruteros que de cuando en cuando hacen astillas los campesinos galos. Era como para cargarse al Gobierno español, al francés y al de medio mundo.

Da igual

Pero se trataba de El Cabril. Da exactamente igual que cuente aquí lo que es El Cabril, porque lo hemos hecho 200 veces y siempre ha dado exactamente igual. Hemos editado una revista, celebrado conferencias de prensa, grabado un vídeo, organizado un curso entero en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, distribuido folletos y trípticos y abierto El Cabril a los periodistas. Da lo mismo. Podemos jurar por lo más sagrado que en El Cabril se almacenan como Dios manda residuos radiactivos de baja y media actividad, procedentes de usos industriales y médicos, y que ni ahora ni nunca almacena o almacenará residuos de alta actividad. Da lo mismo.

El Cabril, en la cordobesa sierra de Albarrana, pertenece a Enresa desde el 1 de enero de este año 1986 y allí se reacondicionan los bidones antiguos y los pocos que llegan -ninguno de ninguna central nuclear-, hornligonándolos y protegiéndolos con un segundo bidón metálico. Se almacenan en módulos modernos de superficie, en un recinto protegido radiológicamente. Toda operación es, en el ámbito de las normas vigentes, aprobada por el Consejo de Seguridad Nuclear, y de toda actividad se informa a la Junta de Andalucía. Se mejora la carretera de acceso y las instalaciones sociales de la finca. Hay pájaros, ciervos, peces y flores.

El Cabril es una verdad aburrizdísima y un hermoso lugar. Lo que allí se hace es incómodo, es peligroso si se hace mal, y eso es todo. Pero da lo "sino. Cualquier historia o cualquier historieta es más conmovedora, y tratar de enfrentarse a eso es tirarse de cabeza contra un frontón. Enresa es una empresa pública y, naturalmente, es deseable que la Prensa y la opinión, manifestada de la manera que sea, sometan su trabajo a vigilancia y señalen las torpezas que, evidentemente, cometemos. Pero es que eso no ocurre. Donde hay 100 bidones se dice que hay 10.000; donde está el botiquín se asegura que hay bombas atómicas. La ayuda que deberíamos recibir de una sociedad de hombres libres, capaces e implacables no se recibe.

Nos pasamos la vida recibiendo palos de ciego. Por ejemplo, se asegura -muerto ya el dramón de los camiones franceses- que en Azuaga ha muerto de cáncer el 34,4% de las personas (142) fallecidas en 1985.

Pues bien, entre otras cosas, no hay datos oficiales de ese año ni en el Ministerio de Sanidad, ni en el Instituto Nacional de Estadística, ni en el Instituto de Oncología de Madrid. Ni en parte alguna. Da lo mismo.

Pero claro que hay algo más. Hay lo nuclear, nada menos, ese fantasma, cuando menos lamentable, cuando más trágico. Ni yo, personalmente, siento la menor simpatía por ese sistema de producir energía, ni Enresa tiene que ver, en absoluto, con la cuestión. Esta empresa nació por la decisión gubernamental de poner a buen recaudo los residuos que se han producido y se van a producir si Dios no lo remedia en nuestro país y que plantean, aquí y en todo el mundo, un desafio, esta vez emocionante de verdad.

Es en otros lugares donde una sociedad democrática debe tomar la decisión de continuar o no continuar. Y es obligación y derecho de esa sociedad someter a Enresa a todos los controles necesarios, vigilar con ojos de águila cada uno de nuestros movimientos y apelar a las instancias que sean para hacemos pagar nuestros errores. De todo eso al cuento chino permanente que nos echan por debajo de la puerta hay un abismo.

es director de comunicación social de Enresa.

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