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Galicia: 15 años de tradición incendiaria

Cuatro de cada 10 siniestros forestales se producen en esa región

Galicia ha sido en los últimos años la comunidad autónoma más castigada por los incendios forestales. El pasado año, casi el 40% de los siniestros registrados en España se produjeron en los montes gallegos y, a tenor de cómo se desarrolla la temporada, 1986 superará las cotas anteriores. Las llamas y el humo forman parte del paisaje veraniego, y las 1.200.000 hectáreas de arbolado que existen en la llamada esquina verde, merman cada año a un ritmo sensible: 35.000 hectáreas en 1985, a las que hay que añadir 50.000 de monte raso. Curiosamente, un fenómeno que va adquiriendo carta de catástrofe natural y tradicional era prácticamente desconocido hasta 1971.

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18.500 hectáreas quemadas en dos meses

El primer semestre de este año ya establecía la tendencia al aumento de la siniestralidad. Se produjeron cerca de 450 incendios, casi centenar y medio más que en la primera mitad de 1985, un incremento que la Administración es reacia a reconocer. No obstante, el responsable autonómico de Agricultura, Fernando Garrido Valenzuela, anunciaba hace poco a su regreso de un viaje a Estados Unidos, donde había participado en unas jornadas sobre política forestal: "Este verano será muy seco, según la predicción de un centro norteamericano, realizada especialmente para Galicia, lo que previsiblemente aumentará el número de incendios".A cualquier observador le puede parecer extraño cómo una zona con clima y tipo de vegetación mayoritariamente atlánticos puede estar a la cabeza de las comunidades autónomas afectadas, cuando en la mayor parte del país predomina el clima mediterráneo. Por una cruel ironía, el húmedo clima gallego puede ser un coadyuvante de la desertización que, para algunos, amenaza a Galicia, de forma lenta pero segura. Las lluvias del otoño erosionan los terrenos desprotegidos a causa de los incendios, y se calculan entre uno y dos millones de toneladas las pérdidas anuales de tierra vegetal.

La amenaza de los incendios y la cuantía de sus secuelas concitan el más amplio consenso social. Incluso este año, los párrocos del término municipal de Toen (Orense), cuyo obispo es un firme adalid de la no injerencia en asuntos terrenales, exhortan a los feligreses a luchar contra el fuego de este mundo e incluyen en sus homilías consejos sobre prevención y extinción. Todos los sectores implicados coinciden también en señalar la intencionalidad del 90% de los incendios, pero las causas ya no suscitan la misma unanimidad. Desde quienes sostienen que el fuego canaliza las rencillas y venganzas que salpican tradicionalmente la sociedad rural gallega, a los que fundamentan la campaña incendiaria en motivaciones económicas o políticas, aunque sin establecer los posibles beneficiarios.

'Autoodio' y propiedad

Los antropólogos establecen una conexión con el sentimiento gallego del autoodio, y los sociólogos relacionan el fenómeno con la estructura de propiedad de los montes. El consejero de Agricultura no dudaba, el pasado año, en atribuir el rosario de siniestros a una trama internacional que practicaba el sabotaje en determinados países del sur de Europa, con oscuros intereses relacionados con el mercado de la madera; y algún gobernador civil concedía un papel a las mafias de contrabandistas "que así distraen la atención de las fuerzas policiales".Los ecologistas, editores de reiterados informes sobre el problema, consideran que la explicación radica en la sustitución de la flora autóctona, de árboles caducifolios, por la desafortunada repoblación masiva de especies foráneas, principalmente pino y eucalipto, efectuadas años atrás por la iniciativa institucional, que creó conflictos en montes comunales; y más recientemente por la iniciativa privada, incentivada por la rentabilidad a corto plazo. Los grupos ecologistas reiteran también la denuncia sobre la insuficiencia de medidas de la Administración.

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