La locura también puede ser un arte
La emisión -que pescó desprevenido al aficionado hará unas tres o cuatro semanas- del homenaje a Vincente Minnelli con la proyeción de su obra maestra Melodías de Broadway 1955 aplazó la programada Callejón sin salida (conocida por doquier y por quien quiera que sepa un poco como Cul-de-sac) hasta nuevo aviso. Es de esperar que esta noche, la también obra maestra de Roman Polanski consuma su correspomdiente pase televisivo sin mayores percances.Cul-de-sac (dejemos lo de Callejón sin salida para William Wyler, para Dead end) narra la historia de dos evadidos de la justicia quienes, heridos, llegan al viejo castillo de una isla vieja, donde perturbarán la paz de sus solitarios habitantes: George, un antiguo industrial, y su querida, Teresa, que también tiene un querido. Lo que pasa es que nadie es normal en esta historia anormal, y las excentricidades de huéspedes y anfitriones irán colmando un clima no ya próximo a la locura sino mucho más allá del frenopático.
Como una caricatura de Losey, las, relaciones primeras de dominantes-dominados darán la vuelta a la tortilla: los moradores idílicos de la isla, poco a poco, convertirán la vida de los refugiados en un auténtico calvario.
Polanski, genio extravagante de inusual ingenio, rodó esta película en 1966, entre Repulsión y El baile de los vampiros. Con más humor o con menos, pero siempre con humor, el más cosmopolita de los cineastas polacos explora en los títulos de esa época las fuerzas del mal y el lado oscuro de la mente humana: sus películas son casi sesiones de espiritismo.
Ecléctica e inteligente
Cul-de-sac es ecléctica y muy inteligente, dos circunstancias que la hacen especialmente difícil para el espectador no prevenido. Como Repulsión es un filme eminentemente psicológico, muy crispado. En puridad, un juego abracadabrante. Un juego, en principio, para su realizador Polanski (y para Gérard Brach, su habitual, fiel guionista). Y un juego, también, un rompecabezas negro, un puzzle, para el espectador. Alguien comparó su juego, y no sin fundamentos, con el Esperando a Godot de Beckett, por su asunción del absurdo metarisico, llevado a la situación límite y hecho arte.Amante, como pocos, de los géneros (y también pulverizador de los géneros), Polanski otorga varias caras a Cul-de-sac. Es, desde luego, una comedia. Macabra, negrísima, delirante. También un thiller o filme de suspense de aparente narrativa tradicional. Y sin lugar a dudas es un filme psicológico, donde la escala de valores del ser humano, escindido entre el bien y el mal, queda realzada mediante el símbolo. Finalmente, Cul-de-sac es una película de terror, aunque en una dimensión (será la quinta o la sexta) nada convencional, superrealista por momentos.
Demasiadas cosas a la vez para que la obra funcione y, sin embargo, la obra funciona. La capacidad de Polanski para crear un clima alucinante, opresivo, es soberbia y soberbia es, en definitiva, la creación de todos y cada uno de los actores que interpretan el cuarteto protagónico, Lionel Stander y Jac McCowran (memorable protagonista, con el propio Polanski, de El baile de los vampiros), en los papeles de gángsteres, están francamente irreprochables.
La palma, sin embargo, se la llevan (la película se llevó el Oso de Oro del Festival de Berlín) Frangoise Dorleac y Donald Pleasence como residentes del castillo. Pleasence (que aquí se diría un personaje de Lindsay Kenip) es un actor curioso. A sus 40 años triunfa en la escena londinense con una obra de Pinter, The caretaker también llevada, con él de protagonista, al cine.
Su carrera variopinta incluye películas tan diversas como La batalla de las colmas del whisky, Viaje alucinante, La gran evasión, Sólo se vive dos veces, Soldado azul, o El conde de Montecristo, para terminar especializándose (su tez perversa, su inclasificable porte así lo pide) en productos de terror actuales: La noche de Halloween, de Carpienter; Phenomena, de Argento, etcétera. Hace pocos días le veíamos en un filme español, La loba y la paloma, de Gonzalo Suárez. Sin idealizar ni sobrevalorar las artes de un actor al fin y al cabo de recursos algo expresionistas, hay que reconocer que la textura de Donald Pleansece forma parte de la de Cul-de-sac. Sin él Cul-de-sac sería otra película, probablemente peor. Y es que es estupenda.
Callejón sin salida se emite hoy a las 22.15 por TVE-1.
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