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Críticas a la actuación policial para resolver el atraco a un banco de Helsinki, que terminó con dos muertos

Dos muertos (el atracador y el único de los 13 rehenes que no había podido escapar) y 11 policías heridos fueron el resultado del frustrado asalto a un banco cerca de Helsinki, que comenzó el viernes pasado y concluyó en la madrugada de ayer en la localidad de San Michel, 300 kilómetros al norte de la capital, cuando el automóvil en el que huía el asaltante con una carga de dinamita estalló, al parecer a consecuencia de disparos de la policía. La actuación policial ha provocado fuertes críticas por parte de la opinión pública.

"Una llamarada de 50 metros se elevó por el aire inmediatamente después de una violenta explosión, me quedé mudo durante varios minutos porque nunca había presenciado algo semejante y poco quedó del automóvil y de los dos ocupantes que todavía quedaban dentro del mismo, el asaltante y un joven de 25 años, Jukka Tauno Antero Haekkinen, cliente del banco atracado". Así describió el final del drama el fotógrafo Sepplo Nykanen, testigo de la escena.Pocos segundos antes de la explosión, dos jóvenes empleadas del banco, que habían sido obligadas por el asaltante a subir al Volkswagen blanco en el que emprendió su desesperada fuga, salvaron la vida arrojándose a la calle desde la parte trasera del automóvil.

Antes habían gritado desesperadamente a los policías que dejaran el paso libre, pues estaban en peligro de muerte. Cuatro disparos de la policía precedieron a la explosión del coche, en el que el asaltante llevaba una carga de dinamita de unos 12 kilos.

Si la explosión fue provocada directamente por los disparos o si éstos determinaron al fugitivo a adoptar la extrema y última medida de detonar la carga no estaba claro todavía ayer, y en todo caso será uno de los puntos a dilucidar por la investigación que ya está en marcha. Lo que sí quedó claro enseguida fue una reacción general de crítica a la actuación policial por haber efectuado los disparos que precipitaron el drama que pudo haber tenido un coste todavía mayor en vidas y por el lugar en que se le cerró el paso al atracador que no tenía ninguna posibilidad de escapar en avión, como era su propósito.

El drama comenzó a las 13.43 del viernes cuando un hombre con el rostro cubierto, provisto de un arma larga y una carga de dinamita irrumpió en la sucursal del banco KOP, en Jakobacka, una localidad suburbana al norte de Helsinkí.

En el local se encontraban siete empleados y cinco clientes. Sin vacilar, el asaltante se dirigió a la cajera, a la que encañonó exigiéndole la entrega del dinero, que en esos momentos, según la policía, no era una gran suma. No obstante, el atracador pareció darse por satisfecho y se disponía a abandonar el banco cuando algo alteró sus planes y le hizo volver sobre sus pasos.

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Alertada la policía, cercó inmediatamente el lugar y entabló el primer contacto con el secuestrador. La policía no proporcionó mayores detalles sobre las negociaciones, pero confirmó que el asaltante había exigido una fuerte suma de dinero y un automóvil para huir, lo que le fue concedido.

El comisario jefe, Vaino Rantio, que dirigió la operación, describió al atracador como persona de mucha sangre fría y metódico. Posteriormente fue identificado como Jorma Kalevi Takala, de 36 años.

En las primeras negociaciones, el secuestrador había prometido dejar en libertad a los rehenes, pero sin especificar cuándo. Por ello sorprendió que, al ser satisfechas sus demandas y abandonar el local hacia el auto que le permitiría huir, llevara consigo a tres de ellos, un cliente y dos funcionarias.

El secuestrador hizo conducir el automóvil hacia el norte del país, llegando primero a la ciudad de Lathis y luego a San Michel, distante unos 300 kilómetros de la capital, donde tuvo lugar el trágico firial.

A pocos metros de la plaza principal, se inició el tenso y último diálogo entre el asaltante y la policía. Aquél exigía un nuevo automóvil con el depósito lleno y la policía que soltara a los tres rehenes. Al parecer no hubo acuerdo y el asaltante se dispuso a proseguir la rnarcha. Fue entonces cuando la tragedia ocupó su lugar en la escena. Eran las cuatro de la madrugada del sábado.

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