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VIP

Rosa Montero

Esto empieza a ser verdaderamente angustioso. Hace algún tiempo. las estrellas de nuestros sueños imperiales apenas si eran dos o, tres. El firmamento de los VIP era un espacio abierto y vasto cruzado muy de cuando en cuando por alguna luminaria majestuosa: estar, lo que se dice estar, estaban la princesa Grace y Farah Diba, con Soraya a modo de cometa errante. Y poco más, porque Jackeline fue siempre demasiado plebeya e Imelda demasiado fachosa, y en lo que respecta a la reina Fabiola, más que un astro rutilante era un agujero negro, un cuerpo opaco. Por entonces sí que daba gusto seguir las peripecias de estos personajes suntuosos: al ser pocos se les podía adorar calmadamente.Pero ahora, ay, los VIP se han multiplicado cual conejos. Así andan ellos, todos apelotonados, poniendo perdido de cliamantes el espacio sideral en el que habitan. El universo de la fama ha reventado en un big bang, y donde antes relucía el solitario sol de Grace, por ejemplo, ahora se aglomera la extensa saga monegasca. El atasco de celebridades que vivimos es francamente atroz: ahí está, sin ir mas lejos, la inflacionista rama británica, con la clorótica lady Di y la rotunda Ferggie, y, lo que es peor, con otro muchachito aún por casar. No dan respiro a las carrozas.

Pero lo más grave de todo no es este paroxismo de hijos, yernos, nueras y concuñadas, ni el hecho de que esta nueva generación de VIP sea muy movida y muy viajada, lo cual ejerce un efecto multiplicador de su ya abundante presencia, porque están todo el día en todas partes. Lo peor, lo realmente terrorífico, es que ellos parecen a su vez dispuestos a reproducirse con ahínco. Se me hiela la médula espinal de sólo pensar en lo que puede ser el mundo de aquí a 20 años, con una superpoblación de hijos de Ferggie Carolina Estefania Lady Di Alberto Eduardo. Calculen ustedes los alcances de tan fatal catástrofe: los jefes de Estado emplearán todo su tiempo en ir de boda en boda y los medios de comunicación ocuparán todo su espacio en hablar de las muy variadas realezas. De seguir así, moriremos todos aplastados por el frío peso de las lentejuelas.

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