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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La siesta de un ufano

Vicente Molina Foix

Por encima de la cabeza de los presentes se mueve una sombra. ¿La espada de Damocles? Estamos en verano, y la sombra inquietante resulta ser la de un ventilador que casi nunca vemos pero ha sido pensado como emblema plástico de la estación. Con el lento girar de sus aspas, esa sombra incita a la molicie o puede hipnotizar.Sea verano o invierno, es forzoso que haya un programa de cotilleo y música y concursos por la tarde. TVE lo ha tenido siempre, casi siempre, y en el mes y pico en que los mundiales de fútbol y otros fastos lo desplazaron, se notó su ausencia en los hogares. Ha vuelto hace unos días con el título autoestimulante de La tarde, ¡vaya tarde! y con un nuevo equipo que, coordinado por Alejandro G. Lavilla, el director del excelente Metrópolis, ofrecía las mejores garantías. Resulta, hoy por hoy, un espacio desmayado y torpón, que si prosigue en su actual tónica bien podría alterar los hábitos durmientes del ciudadano medio, aplazando la siesta veraniega hasta las cinco y media, su hora de emisión.

El programa confía en dos bellezas y un gracioso, lo cual, se me dirá, no es poco. No lo es, sobre todo a esas horas de ánimo decaído y general flojera. Suele surgir primero la hermosa cara de Pastora Vega, antigua conocida de la pequeña pantalla que en el intervalo desde su anterior espacio ha abordado tímida pero afortunadamente algún papel dramático. El primer día de La tarde, ¡vaya tarde! estuvo muy nerviosa, lo cual es excusable, pero pasan los días y se la sigue viendo excesivamente apagada. A su lado, un perfecto desconocido, Tony Cantó, salido, según parece, de las pasarelas y de las sombras de una película española muy oscura, En penumbra, inédita aún al año largo de su realización y su presencia en el Festival de Berlín, constituye la revelación del programa. Cantó no sólo está muy bien apersonado y elige con esmero sus camisas, tan visibles en los bustos parlantes, sino que habla e improvisa con gracia, y consigue dotar al programa, a su manera, de la chispa que en la fase anterior tan contagiosamente le daba la actriz presentadora María Casanova.

Locutor con mala pata

Luego está el gracioso. Porque no contentos con incluir a diario unas imágenes curiosas que recuerdan los tiempos beneméritos del NODO y una miniselección de la serie inglesa Spitting Images (que traducida, mal, como es norma de la casa, pierde, a mi juicio, la mayor parte de su original sentido revulsivo), los responsables de La tarde, ¡vaya tarde! cultivan a lo largo de toda ella un estilo de comentario en chunga que produce sonrojo. El mensajero de las malas noticias chistosas es Guillermo Fesser, uno de los locutores con peor pata que se han visto, y eso que actúa en un medio donde se ven muy malas. Fesser pertenece al género ufano; hay que estar muy pagado de sí mismo para soltar en público los chascarrillos con los que adorna el bobalicón concurso de vídeoclips y otras amenidades del programa. La única nota discordante, en positivo, la proporcionan los reportajes sobre sitios de playa que han llegado en los últimos días desde Cataluña, redactados y presentados con una franqueza sexual insólita en TVE y absolutamente plausible.La tarde, vaya tarde se emite por TVE- 1, de lunes a viernes, a partir de las 17.30.

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