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MEXICO 86

Bilardo vive las horas de su gran revancha

Pocas veces un seleccionador ha concitado tantas críticas como el argentino Carlos Bidardo. Ha trabajado con dificultades, modificando continuamente su plan, por la continua salida de jugadores al extranjero; ha carecido del apoyo institucional que obtuvo César Luis Menotti de la dictadura en vísperas del Mundial de 1978, e incluso ha sido objeto de las críticas oficiales de los estamentos más altos de la Administración. Pero ha hecho un buen equipo que juega por y para Maradona.

El pecado original de Bilardo es haber sido medio ofensivo en el conjunto de Oswaldo Zubeldía, el Estudiantes de La Plata, que ganó la Copa Intercontinental en 1968. Fue aquél el equipo del antifútbol, del juego defensivo, especulador, para utilizar el término argentino, malintencionadamente, leñero. Bilardo empezó a jugar en el Deportivo Español, pero alcanzó fama en el Estudiantes, en el que, entre 1965 y 1970, ganó tres veces la Copa Libertadores de América -el máximo torneo de clubes de América- y una vez la Copa Intercontinental. Era aquél un equipo que estudiaba al rival profundamente y lo desarmaba con las peores artes posibles, incluida la agresión sistemática. La deportividad no estaba en su código. Uno de sus caudillos defensivos era Aguirre Suárez, de triste recuerdo en España tras su paso por el Granada.Eran años en que la tarjeta aún no, había aparecido en el fútbol -se presentó oficialmente en 1970, en el anterior Mundial de México- y cualquier equipo capaz de intimidar al árbitro podía machacar impunemente al rival. El Estudiantes lo hacía. Pero, además, estudiaba los partidos y los conducía bien. Gracias a eso, conquistaba, pero no enamoraba.

Calculador

Su carrera como entrenador le fue marcando como un hombre calculador. La federación de su país se decidió por él, a la vista de sus buenos resultados, para entregarle la selección. En Argentina era continuamente criticado. Si Menotti consiguió que se le entregaran los jugadores durante todo el tiempo deseado, Bilardo no tenía apenas respaldo. Las más altas instancias de la Administración del país le criticaron. El propio Menotti lo hizo y él le respondió con dureza.

Pero tenía una carta: Maradona. Y la jugó mejor que Menotti. Un día anunció: "En mi equipo no hay más titular que Maradona". Algunos jugadores, entre ellos Passarella, el capitán que cogió la copa en 1978, enseña de toda una generación, se enfadaron. Pero Bilardo no se echó atrás y siguió entregado a Maradona, a quien confió el rango de capitán. Este año le fue a ver a Nápoles: "Juega en tu equipo a tope, pero ven con nosotros 30 días antes del Mundial. Sólo quiero que estés ese tiempo, pero que hagas lo que yo te pida". Maradona aceptó. Tres días antes del partido, comentaba: "Bilardo me dice: 'Diego, ve al baño' y yo voy al baño. Me dice: Miego, patea un tiro libre' y yo lo pateo".

Los Picapiedra, como la Prensa argentina calificó a los restantes pupilos de Bilardo, se mueven con soltura en torno a Maradona. Van y vienen armónicamente y, cuando lo recuperan, le dan el balón al genio y esperan. Bilardo mira desde fuera y paladea su triunfo. Ha aplicado lo mejor que pudo aprender de Zubeldía: el trabajo, el estudio táctico, la imaginación para anular al rival. La creacion la deja para Maradona. Y éste le responde.

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