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LAS CONSECUENCIAS DE LAS ELECCIONES

Los sectores oficialista y crítico del PNV se culpan mutuamente del fracaso electoral

Los sectores oficialista y crítico del Partido Nacionalista Vasco (PNV) han reaccionado ante el fracaso electoral del partido culpándose mutuamente de ser responsables de una derrota que, en buena medida, cabe precisamente achacar a la división interna del partido en los últimos dos años. Críticos y oficialistas se cruzan ahora acusaciones en vísperas de las asambleas convocadas para examinar y debatir las causas del fracaso en las elecciones del pasado domingo.

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La crispación interna se ha acentuado en las últimas horas tras la noticia de que varias juntas municipales nacionalistas de San Sebastián han denunciado ante los tribunales del PNV al lendakari José Antonio Ardanza y al presidente de la ejecutiva, Xabier Arzalluz. El lendakari ha sido acusado de "haber hecho dejación de los principios fundamentales del partido" por sus declaraciones en el club Siglo XXI, de Madrid, en las que cuestionó el concepto clásico de independencia, y Arzalluz, de haber incumplido en plena campaña electoral el pacto de silencio sobre la división interna, impuesto en el PNV.Por su parte, en un tono abiertamente amenazador, la ejecutiva de Vizcaya ha pedido a los organismos de este partido que, "tras las oportunas averiguaciones", adopten medidas de autodefensa contra aquellos afiliados que, "en conexión con expulsados del PNV, han propiciado el voto nulo en contra del propio partido". En ese comunicado, la ejecutiva de Vizcaya solicita la convocatoria de una asamblea extraordinaria para tratar la división interna del partido.

Jesús Insausti, presidente de la ejecutiva de Vizcaya, suscribió ayer la idea, expuesta inicialmente por el propio Xabier Arzalluz, de que el fracaso electoral puede ser parcialmente atribuido a aquellos sectores nacionalistas que han propiciado el voto nulo o el voto en blanco. El contraste entre el número de votos nulos y en blanco cosechados en las recientes elecciones y en las legislativas de 1982 revela, sin embargo, que esa interpretación carece de consistencia.

De hecho, el número de votos nulos, poco más de 18.000, ha sido inferior en más de 6.000 a los que se produjeron en las elecciones de 1982, y el total de papeletas en blanco -algo menos de 8.000- sólo supera en unas 1.500 a las recogidas en los cornicios de hace cuatro años.

La tesis de Arana

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En una actitud que parece anunciar la depuración de los afiliados indisciplinados, Insausti subrayó que el partido está obligado a defenderse contra aquellos militantes que han ignorado el principio establecido por Sabino Arana según el cual todo nacionalista tiene obligación de votar al partido.

En Navarra, el descalabro electoral ha llevado al presidente de la ejecutiva de esta provincia, Carlos Clavería, a afirmar que los excluidos del partido "han cometido una evidente traición, y esa actitud debe ser castigada con el máximo rigor". Los expulsados navarros, por su parte, tras admitir la posibilidad de que una parte importante de sus entornos políticos, "quizá el 50%", haya dado su voto a Herri Batasuna, han señalado que la escisión se ha consumado ya definitivamente y que no cabe esperar un acuerdo con el sector oficialista.

En Guipúzcoa, feudo de los críticos, se adjudica el fracaso electoral a la política del sector oficialista, tras la dimisión de Carlos Garaikoetxea y la expulsión de los afiliados navarros, hasta el pacto de legislatura suscrito con el PSOE.

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