El Buitre
El fenómeno Butragueño desconcierta a muchos técnicos. Algunos llegan a comentar en privado que no sólo no es para tanto, sino que es un jugador corto y corriente, y que sólo el enorme eco que se le concede a sus éxitos le hace aparecer como una figura.Lo que confunde de Butragueño es su heterodoxia. Se trata de un jugador sin formación futbolística. Llegó al Madrid con 18 años y con todos los defectos y con toda la valiosa ingenuidad del jugador de barrio. Y así sigue.
Butragueño carece de fundamentos elementales del fútbol. Cuando recibe de espaldas al contrario casi nunca retrasa el balón al compañero que le entrega, como mandan los catálogos; cuando un compañero avanza a su lado casi nunca le dobla por detrás para facilitarle la salida del pase adelantado; no es un gran tocador del balón ni tiene un tiro potente.
Pero tiene otras cosas. Por ejemplo, una velocidad de arrancada superior en términos absolutos a la de cualquier otro. Los brazos largos le permiten equilibrarse en los giros bruscos, en los cambios de dirección, y eso le hace ser un gran regateador. Aparte de eso, su propia heterodoxia es un arma de por sí. Intenta jugadas que hoy se consideran imposibles, descartadas desde hace tiempo: regates sobre la línea de fondo; cambios de dirección hacia el lugar menos correcto y, por tanto, menos esperado; retenciones de balón cuando hay un pase claro a un compañero desmarcado. A los defensas les cambia el libreto. Tienen sus movimientos encaminados para frenar determinadas formas de juego y la ignorancia de Butragueño los desconcierta.
Pero más desconcierta aún su calma. Cuando recibe el balón no se sabe si va a arrancar bruscamente o si va a esperar, a marcar una pausa imprevisible; afloja, baja los brazos y deja el balón en medio, entre el defensa y él. Si el defensa entra, él tiene velocidad de movimientos para esconderle el balón y escapar. Y si no, le sume en una relajación que le permite también ganar la ventaja cuando arranca bruscamente. Todo eso y la picardía para moverse en los espacios cortos del área, para interpretar la psicología del defensa y robarle la cartera en los descuidos, hacen de él un jugador diferente. Un jugador que gusta. a muchos, pero que a Sepp Piontek, el técnico danés, le parece vulgar.