La consagración de El Buitre
J. M. La Gazzetta dello Sport titulaba, el pasado día 22 de mayo, "Butragueño cancella Platini e Maradona". Con esta aseveración, el diario deportivo italiano quería decir que el jugador español ya desplazaba, en vísperas del campeonato, a las dos máximas figuras del fútbol. Ayer fue su consagración internacional. Cuatro goles en un partido de la fase final de un Mundial los habría firmado hasta el mismísimo Pelé (que no llegó a lograr tal marca) en su mejor época.
Emilio Butragueño, El Buitre, que nació el 22 de julio de 1963 en el sanatorio Nuestra Señora del Rosario, de Madrid, realmente es uno de los aspirantes a ser proclamado el mejor jugador del torneo. El fútbol es el gol y Alfredo di Stéfano dijo de él: "Este tipo tiene el gol en el cuerpo".
Nació para marcar goles. Cuando era un chaval, ya los marcaba en el campo de tierra del colegio Calasancio. Antonio Postigo, el profesor de educación física, veía en él condiciones que no tenían sus compañeros. Era vivo astuto se revolvía como nadie. Él le habría querido para el atletismo, pero podía más el fútbol. Su padre, su más ferviente seguidor, ya le había metido en el Real Madrid después de que el Atlético le rechazara.
El Castilla fue el equipo que le lanzó. Se hartó de marcar goles hasta que un día Di Stéfano le dijo que se le llevaba a Cádiz. Salió, marcó dos goles y al día siguiente volvía a entrenarse con el Castilla. "Hasta que el mister vuelva a decir lo contrario", afirmó.
Lo dijo, y tantas veces que al poco tiempo era el delantero centro titular del Real Madrid. Se cumplía así la ilusión de muchos años. Era feliz porque seguía jugando con sus compañeros de quinta, de la quinta del Buitre, como se conocía a esos muchachos del Castilla que hacían maravillas. Él les había dado el nombre. Ahora comparte con uno de ellos, Michel, la gloria en la selección. Sanchis también tenía que estar, pero su lesión se lo impidió. Quedan Martín Vázquez y Pardeza.
Pero no todo ha sido un camino de rosas para Butragueño. A mediados de la pasada temporada atravesó una crisis de juego, reconocida por él mismo, que a punto estuvo de costarle la titularidad. En cuatro meses sólo marcó cuatro goles. Santillana le defendía: "Es lógico que siga actuando porque a un jugador hay que darle confianza". Luis Molowny se la dio y salió del bache. Todo era cuestión de que volviera la inspiración.
Butragueño la recuperó y ayer la tuvo con creces. Quizá sea por lo que él dice: "Muñoz me deja jugar como quiera". Pero él no busca en México la gloria personal. Dejó muy claro que trabajaría para que España quedase campeona. "Eso lo firmaría ahora mismo y a cambio de que yo fuese el peor del equipo", dijo al partir.
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