Franco Rotelli
Un utópico moderado que patrocina una psiquiatría sin manicomios
De este modo, Franco Rotelli, un psiquiatra que desconfia de sus propios poderes, ha terminado siendo el director de un antiguo manicomio que ha dejado de serlo. Los pacientes que vienen a este hospital son más visitantes que huéspedes, pero su vida sigue girando en tomo a su condición de ex psiquiatrizados. Algunos de ellos, los más inquietos, han creado un grupo de teatro. Los actores-pacientes han creado el espectáculo Androides -representado en Bilbao y Sevilla durante la primera quincena de junio-, en el que tratan de exprimir el jugo a sus propias heridas. "Estamos marcados por la sociedad y en el escenario jugamos a crear nuestro propio espacio, una zona intelectual sin etiquetas".Y cuando estos actores-pacientes finalizan su espectáculo, aplauden a un señor de 43 años, que esconde su emoción con unas apresuradas gafas de sol que resultan extrañas en el interior de un teatro. Rotelli, máximo animador de las veleidades artísticas de sus pacientes, se encoge en su butaca queriendo filtrarse por el suelo. "Yo no tengo nada que ver con esto", insinúa.
Aunque este teatro hecho por locos parezca una estampa de los sesenta, Rotelli no se considera un superviviente del 68. Reconoce que "los intelectuales ya no favorecen el discurso de los sesenta" y que "el marco ha cambiado", pero cree que ésta es la época de "racionalizar" los logros esenciales de la psiquiatría alternativa. Desde 1980 dirige el hospital de Trieste, donde ha sucedido a Basaglia, un hecho que da pie a inevitables comparaciones. "No creo haber traicionado a Basaglia. Él mismo era partidario de una dialéctica continua, de una constante maduración". Los pacientes siguen viviendo entre el hospital y la calle, en esa zona ambigua entre la normalidad y el refugio parcial, "pero nunca más volveremos a crear manicomios".
Tiene dos hijos, de 15 y 16 años, y su casa familiar no está lejos de las viviendas de algunos de sus pacientes. Además de los centros de salud mental, en Trieste hay pequeños apartamentos cercanos al hospital donde los enfermos que necesitan internamiento reciben asistencia.
Huye del triunfalismo que rodea a algunos psiquiatras altemativos, pero tampoco ahorra críticas a la psiquiatría clásica. "El psiquiatra tiene todavía un poder real terrible. Utilizamos instrumentos muy delicados que hay que sopesar con atención. Tenga en cuenta que hay inyecciones calmantes que tienen efectos durante 20 días: es una enorme responsabilidad decidir si para tranquilizar a una persona hoy tienes que recurrir a neutralizarla durante tantos días...".
Rotelli, uno de los líderes de Psiquiatría Democrática en Italia, coordina el Reseau International de alternativas a la locura. "Quizá resulte ridículo denominarse psiquiatra democrático, pero la locura no es una enfermedad más. Entra de lleno en el tema de los derechos humanos y la opresión de clases, porque al final, si hay manicomios, van a ser para los pobres".
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