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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Melodrama de pura cepa

Que la novela en que se basa El cantar de los cantares (llevada anteriormente en dos ocasiones a la pantalla) sea de Hermann Sudermann, el mismo autor que propició esa inmarchitable obra maestra americana de Murnau llamada Amanecer, ya nos indica qué tipo de gastronomía se cocina ahí; ni más ni menos que el melodrama en su vertiente más novelesca, más romántica y desaforada.

El cantar de los cantares, en efecto, es la historia de una mujer de campo arrancada de su medio natural, sometida a la encrucijada de dos amores distintos e irremediablemente condenada a lucir sus artes musicales en un cabaré. La historia, en definitiva, de una fatalidad, de los perversos caminos que dicta, inmisericorde, el destino. Un papel, pues, a la medida de su protagonista absoluta, Marlene Dietrich.

A pesar de contar con tema, actriz y universos brumosos puramente sternbergianos, la película no fue dirigida por Josef von Stemberg, sino por el también elegante (y también europeo, soviético de Georgia) Rouben Mamoulian. Tras el fracaso económico de La Venus rubia, que había ocasionado problemas de entendimiento entre Sternberg y la productora, ésta, la Paramount, decidió cambiar de manos la batuta. Por otro lado, Mamoulian había firmado contrato con Paramount y para ella realizó sus primeras películas, siendo El cantar de los cantares su última producción antes de entrar a formar parte, con La reina Cristina de Suecia, de la nómina de Metro Goldwyn Mayer.

La novela de Sudermann, cuyo guión hicieron Leo Birinski y Samuel Hoffenstein, no pareció atraerle en exceso al cineasta, que, tras el experimento formal y ético de la excelente película El hombre y el monstruo y la divertida opereta Ámame esta noche, pedía bocados de mayor empaque y no argumentos condenados de antemano al escaparate kitsch.

Con todo, Mamoulian, hombre que nunca falla, otorgó dignidad a la criatura, se entregó en cuerpo y alma a redimir el folletín mediante un refinado toque de crueldad (cuyo pariente más cercano sería, de ser alguien, Stroheim) y prescindió sin rubor (él, tan dado al sustrato real de la imagen) de la verosimilitud de lo que se nos cuenta desde la pantalla.

Así las cosas, queda El cantar de los cantares como una obra bien arraigada en el melodrama más desgarrado y torrencial, magníficamente interpretado (además de Marlene Dietrich, que tiene excelentes números como el llamado Johnny, están estupendos también Brian Aherne y Lionel Atwill, los dos vértices masculinos del triángulo) y puesto en escena con gusto y con un sentido moderno y avanzado. Con disposición previa y advertido, el espectador puede disfrutar enormemente este descabellado pastel.

El cantar de los cantares se emite hoy, a las 22.15, por TVE-2.

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