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Huelga de transportes públicos en París, en el primer enfrentamiento sindical contra el Gobierno de Chirac

Soledad Gallego-Díaz

Los transportes públicos de París (metro, autobús y suburbano) quedaron paralizados ayer como consecuencia de una huelga convocada prácticamente por todos los sindicatos. Es la primera vez, desde hace nueve años, que se forma en Francia un frente sindical unido. La huelga tenía como objetivo protestar por la congelación de los salarios y la supresión de un proyecto para crear 200 nuevos puestos de trabajo; pero, más allá de las reivindicaciones concretas, responde a un cuadro general de enfrentamiento con el nuevo Gobierno de Jacques Chirac y de malestar por la aprobación de una ley que permite el despido libre.

Hoy entrarán en huelga los ferrocarriles, aunque el paro ha sido convocado en esta ocasión únicamente por la central comunista CGT y no tendrá la amplitud de la de transportes urbanos. De cualquier forma, Renfe ha tenido que suspender varios servicios de trenes entre España y Francia para el día de hoy.El llamamiento a la huelga fue seguido ayer por el 95% de los 38.000 empleados de la RATP (Organismo Autónomo de Transportes Parisienses). Los nueve millones de habitantes de París y su aglomeración se encontraron desde primeras horas de la mañana con que no funcionaba ningún transporte colectivo. La policía puso en marcha un fuerte dispositivo para intentar evitar que se bloquearan los accesos a la ciudad y lanzó repetidos llamamientos a los habitantes de los suburbios para que no viajaran a París "salvo en casos de extrema necesidad" y para que aprovecharan al máximo la capacidad de los vehículos privados.

Decenas de miles de personas intentaron llegar a sus puestos de trabajo a pie, en bicicleta, e incluso en patines. La jornada transcurrió, sin embargo, sin enfrentamientos ni incidentes de orden público. Los agentes de tráfico recibieron órdenes estrictas de hacer respetar el código, salvo en las normas de aparcamiento, pero de firma extremadamente cortés y bienhumorada para reducir la tensión. El propio primer ministro, Jacques Chirac, explicó que una huelga no es un acontecimiento dramático ni trágico, sino que forma parte del juego democrático.

El Gobierno, enfrentado a su primera batalla sindical importante, probablemente preludio de un otoño caliente, se esforzó en dar la imagen de que se trataba de un problema aislado y de que la paz social en su conjunto no corre peligro. El ministro delegado para los Transportes aseguró, sin embargo, que los sindicatos "han tomado a los habitantes de París como rehenes" y que la huelga no está justificada porque no existe ningún plan para reducir la plantilla de la RATP.

El paro coincidió precisamente con el nombramiento de un nuevo director general de dicho organismo. El anterior, Claude Quin, el único comunista que había seguido al frente de una empresa pública tras la ruptura de la unidad de izquierda, se vio forzado a presentar su dimisión por negarse a realizar las economías que exige el Gobierno de Chirac. Los sindicatos decidieron convocar la huelga por motivos salariales. "La empresa ofrece una subida del 2,2%, lo que supone congelar e incluso disminuir nuestro poder adquisitivo", explicó un portavoz de la CGT. Representantes de la dirección señalaron por su parte, que están dispuestos a discutir a partir del próximo otoño una cláusula de salvaguardia para el caso de que la inflación sea superior a dicha cifra, pero los sindicatos rehusaron dicho ofrecimiento.

En la práctica, la huelga de la RATP se ha convertido en la primera prueba de fuerza entre el Gobierno y las centrales sindicales, que están tanteando el terreno con vistas al otoño y a una futura negociación con la patronal, prevista en la ley de despido libre que fue aprobada el pasado fin de semana en la Asamblea Nacional. La CGT y la CFDT advirtieron que acudirán a la mesa de discusiones "cargados de razón" y después de haber realizado una campaña de movilización "empresa por empresa".

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