El miedo y la impotencia de las víctimas
Los ciudadanos consideran ineficaz la actuación de la policía
La mayor parte de las víctimas de la inseguridad ciudadana se siente decepcionada con la actitud de la policía, a la que califica de ineficaz para resolver los delitos que se producen. Entre las personas que han denunciado los robos de sus viviendas o de sus establecimientos algunas aseguran que "la policía se limita a realizar el trámite burocrático de recibir la denuncia, pero no pone los medios para descubrir a los autores". Miedo, impotencia y desolación son algunas de las secuelas de las víctimas.
Pilar, la joyera que disparó el 9 de mayo contra un atracador que pretendía robar en su tienda, sólo quiere olvidar y que su vida siga como siempre, "como si no hubiera pasado nada" dice. El momento de tensión vivido y el miedo a las represalias han dejado en el rostro de esta mujer un aspecto enfermizo y triste que agudiza aun más el hecho de que lleve el brazo izquierdo vendado y recogido sobre el pecho. Dos días después del atraco, Pilar se cayó y se ]produjo una fractura que le obligó a permanecer varios días hospitalizada.Los vecinos de la zona se acercan hasta la joyería Adrián para visitarla y animarla. Algunos le preguntan por el herido y por su situación. Ella sabe perfectamente que José. Payán, de 24 años, está en el hospital penitenciario y que "afortunadamente" está vivo. El atracador, con un disparo en el pecho, desarmó a la joyera y escapó poco después con una buena parte de las joyas de la tienda. Pese a la lesión del brazo, Pilar, una mujer bajita y con gafas, que viste de forma deportiva, no ha abandonado el negocio familiar.
La empleada de una perfumería situada muy próxima a la joyería toca madera cada vez que habla de los atracos. El establecimiento ha sido visitado en ocho ocasiones por atracadores armados con pistolas o armas blancas, que se han llevado lo recaudado en la caja y alguna que otra colonia de las expuestas en las estanterías. Los hechos han sido denunciados siempre por los denunciantes no han tenido ninguna noticia de la policía.
Un miedo incontrolable
Miedo, un miedo incontrolable que le duró vanos meses y que todavía hoy aparece a veces cuando regresa a casa, es la peor secuela que recuerda Carmen del asalto que sufrió cuando se disponía a entrar en su domicilio. "Iban tres chicos y sabía que venían a por mí en cuanto les vi. Me pusieron un cuchillo en el cuello y se llevaron el bolso y las joyas que llevaba puestas, pero no se portaron del todo mal conmigo. Cuando se marchaban les pedí las llaves, las gafas y una agenda y me lo devolvieron". Carmen denunció el hecho a la policía y le dijeron que enseguida enviarían una patrulla. Todavía la está esperando.Más que miedo fue impotencia lo que sintió Pedro cuando acudió en compañía de su mujer a la comisaría de Retiro a denunciar el robo en su vivienda. El agente de servicio se puso frente a la máquina de escribir y redactó la denuncia. En las pocas líneas que él pudo leer, antes de firmar, estaba escrito, aunque él no había hablado para nada de eso, que habían efectuado la limpieza del piso y no procedía tomar huellas dactilares.
"Me cogí un cabreo tremendo", asegura, "al comprobar que había un mecanismo burocrático para contabilizar este tipo de delitos, pero no estaba prevista la puesta en marcha de los medios para decubrir a los autores o evitar que sucedan estas cosas".
La misma opinión mostraron otras víctimas de robos en sus viviendas, ninguna de las cuales ha recibido la visita de los expertos en huellas dactilares.
"Me he convertido en un experto comprador de objetos sustraídos", dice Luis. "La primera vez que me robaron el casete del coche compré otro nuevo, pero a la tercera opté por irme al Rastro y adquirir uno de los que se venden allí, aunque todos sabemos su procedencia". A Luis le han robado el casete en seis ocasiones y para él ya es algo normal desconectar el motor del automóvil y cargar con el aparato a todas partes. "Es que me lo quitan hasta de debajo del asiento", asegura, y lo peor es que me rompen la ventanilla".
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