Debate en la segunda cadena
¿Alzaba el brazo en otros tiempos Jorge Verstrynge? ¿Tuvo las maletas preparadas Maravall para venir desde Inglaterra a ocupar un cargo en el Gobierno de Carrero Blanco? Éstos y otros muchos interesantes enigmas quedaron planteados en el primer debate de la segunda cadena por los dos personajes. Por ejemplo, si España ha progresado en el bienestar de una manera muy notable durante el lapso de este Gobierno (Maravall) o si se ha hundido en el miedo, la pobreza y la angustia burocrática (Verstrynge).No hay términos medios en la discusión. Teatro de buenos y malos. Los personajes estaban bien elegidos desde el punto de vista dramático: el ministro Maravall, el bueno, es redondito, sencillo, tímido; mira con desamparo al moderador cuando se cree agredido, habla de los humillados y ofendidos. Verstrynge es anguloso, de gafas centelleantes, agresivo; agita montones de papeles cuidadosamente preparados para cada ocasión.
Sin embargo, el debate no cuajó, salvo en el clímax final, en el cruce de amenazas de desvelar pasados. En realidad, no estaba previsto como debate, a pesar de su nombre. El presentador Francisco Lobatón [habitual presentador de la segunda edición del Telediario], paternalista hasta el extremo "mi paciencia tiene límites", regañaba a sus invitados, o les recordaba que le habían prometido portarse bien y no acometerse, en lo que se adivina un minucioso ensayo general-, trataba de cortarlo en monólogos, en que respondieran uno a uno a sus preguntas, cortando réplicas, evitando el cuerpo a cuerpo.
Puede ser una técnica, una configuración de los debates de cada martes, pero la verdad es que dos personas de la responsabilidad y la categoría teóricas de los interlocutores deben moderarse a sí mismos, tener más libertad de réplica y de aclaración; no ya desde el punto de vista de la elucidación política, que ésa no la espera nadie ya -el fondo de la credibilidad se ha terminado hace tiempo, y para todo el mundo, por muchos papeles que se blandan-, sino desde el del espectáculo dramático, desde el espacio de televisión que se espera-
La espontaneidad parecía excluida de antemano, aunque la improvisación del diálogo podía ir en detrimento del idioma español: "demolir", decía el ministro de Educación, sacando a un verbo de su legal segunda conjugación, o hablaba de la "ginecología para mujeres", mientras el distinguido miembro de la oposición repetía "uno u dos".
Dramatismo
El dramatismo sólo tuvo su punto ligeramente elevado en las alusiones al pasado.José María Maravall no dejaba de tener una razón: la derecha no sale ex niVo ni la situación de España comienza en un año cero en el momento en que ganaron sus primeras elecciones los socialistas. Únicamente pasa que ahora se considera de mal gusto recordar cuestiones anteriores, lo cual va contra la lógica de la historia. Hay un pasado para los socialistas y hay un pasado para los conservadores. Los que miramos, los que escuchamos, ¿no tenemos algún derecho a medir su actualidad y sus promesas o sus ataques o sus debates con arreglo a esas medidas? ¿No decían los escolásticos que el propio Dios, que es omnipotente, no puede cambiar el pasado? Éste y otros enigmas quedaron pendientes en el primer debate de los martes de la segunda cadena...
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