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EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, EN LA URSS

Problemas para los hijos de los 'niños de la guerra'

La Administración soviética deniega peticiones para que la segunda generación de los exiliados pueda emigrar a España

Pilar Bonet

Apellidarse Ramos o Martínez y ser español, o tener derecho a serlo, no es hoy un salvoconducto valido ante la restrictiva política de emigración de la URSS, que trata cada vez en mayor medida como ciudadanos soviéticos, a todos los efectos, a los hijos de los niños de la guerra que llegaron a la URSS en 1937 para unas vacaciones y se quedaron unas décadas. Cinco personas pertenecientes a la segunda generación de españoles han visto denegadas recientemente sus peticiones de emigrar a España.

De este problema trataron ayer el ministro español de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, y su homólogo soviético, Edvard Shevardnadze, en la segunda jornada de la visita del preside nite Felipe González a Moscú.Para los niños del 37, hoy abuelos jubilados o a punto de serlo, el retorno a España sigue pendiente de que se negocie un convenio de seguridad social que garantice una vuelta digna. El documento firmado en 1985 por la URSS y Grecia para los exiliados de este país ha servido de modelo a las autoridades españolas para pedir un texto semejante.

Entre niños del 37 y exiliados al término de la guerra civil llegaron a la URSS casi 5.000 personas. Hoy, unos 1.100 españoles de origen viven en la Unión Soviética aquí con las familias que fundaron. El contingente, que incluye un pequeño número de ex miembros de la División Azul, está repartido por todo el territorio de la URSS, de Kiev a Tashkent y Alma Ata, pasando por Odesa, Tiflis y Baku.

María Zapatero, de 29 años, es hija de un niño español y de madre rusa. Su esposo, Arturo Ramos Martínez, de 31, también es hijo de padre español (cuyos dos apellidos lleva) y madre rusa. Tienen un hijo de seis años. Ella trabaja como secretaria, y él, como ingeniero en una empresa de reparación de calefacciones. María y Arturo son dos de las cinco personas afectadas por la negativa de visado. Las tres restantes no quieren facilitar su nombre.

Además de estos casos, se ha hecho más difícil ir a España de vacaciones, incluso con invitación de familiares residentes en la Península. Entre quienes sólo quisieran ir a pasar una temporada con los parientes figura, por ejemplo, Francisco Infante, cuyas obras de arte juegos ópticos le convierten en un original representante del mundo artístico moscovita. Infante, cuyas obras son conocidas en la República Federal de Alemania o en Suiza, está prácticamente inédito en España.

En la colonia española en la URSS se ha creído observar un endurecimiento por parte soviética a la hora de conceder permisos para viajar a España. La lista de casos conflictivos de emigración en el balance hispano-soviético se había quedado en cero tras el permiso obtenido por el asturiano Adolfo González, cuyo acceso a información económica confidencial como alto cargo en el sector energético le había cerrado Ias puertas durante años.

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Las negativas no parecen conectadas con el ejercicio de trabajos conflictivos, que en la jerga rusa se denominan de cajón. Medios españoles creen que detrás de las negativas de visados se encuentra el proceso de asimilación al mundo soviético de la segunda generación de españoles, nacidos y criados en la URSS.

Un complicado régimen de ciudadanía, donde normas soviéticas y españolas se superponen sin coincidir y sin validez recíproca, afecta a los niños y a sus descendientes. Los niños son españoles para España y, como tales, reciben su pasaporte si lo solicitan. Pero para la URSS son soviéticos y, como tales, necesitan permiso del OVIR (la institución a cargo de los visados para el extranjero).

"Como soviético necesito una invitación de un familiar y sólo puedo salir una vez al año. Mis hijos tienen más dificultades que yo para ir a España", decía un niño. Las autoridades soviéticas no explican siempre por qué razón niegan el permiso. A menudo, el propio afectado no tiene ni idea y las decisiones son consideradas arbitrarias por quienes las sufren. La negativa es verbal y a veces se queda en un "no procede", sin más. La segunda generación de españoles puede acceder a esta nacionalidad por vía directa o con las cartas de naturaleza, que implican la renuncia a la ciudadanía soviética en nombre de una nueva identidad cultural o unos orígenes que se reivindican. Desde 1978, cuando se estableció el procedimiento, 150 miembros de la segunda generación reclamaron la carta de naturaleza y emigraron en su mayoría.

La identidad

La preservación de la identidad española fue un fáctor dominante en la educación de los niños. La segunda generación conservó parte de este espíritu, pero el tiempo y las circunstancias políticas dieron un resultado diferente, hasta el punto de que hoy es posible encontrar a españoles que apenas balbucean el idioma de sus padres. .María Zapatero y Arturo Ramos sé conocieron en el campamento de verano que la Cruz Roja Soviética organizaba para los hijos de españoles en las cercanías de Moscú. Se cantaban cancioñes españolas y Dolores Ibárruri, presidenta del PCE, clausuraba la temporada. Eran los años sesenta.

María y Arturo, que han presentado una renuncia de ciudadanía soviética al Soviet Supremo de la URSS, recibieron su negativa para emigrar en el otoño de 1985, pese a que antes habían estado varias veces en España. En marzo pasado volvieron a presentar los papeles, pues, según la ley, hay que -esperar un plazo mínimo de seis meses antes de poder volver a solicitar la salida. "Dicen que no tenemos familia allí", afirma María, cuyos padres residen en la URSS, pero que tiene abuela, tíos y primos en España. María dice haberle mostrado el Acta de Helsinki al funcionario que le comunicó el rechazo. "Eso no nos interesa", le respondió.

"Nuestros padres se quieren ir, siempre se han querido ir, pero el problema es el trabajo y las pensiones", afirma Arturo. Por eso, enviar a los hijos por delante para que allanen el terreno es una manera de preparar el regreso.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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