El mayor despliegue policial jamás visto
El equipo que rodea al presidente norteamericano Ronald Reagan es pura broma al lado de ellos. Son los hombres de Harrelson, los boinas verdes, los Intocables, el Séptimo de Caballería juntos. Se trata del mayor despliegue policial que periodista alguno haya podido ver. Las selecciones que participan en México están protegidas a prueba de todo. Policías, municipales, secretas, ejército, seguridad ciudadana, fuerzas privadas y servicios paralelos acompañan a la selección española por las calles de Guadalajara, que quedan totalmente cortadas, paralizadas -no cruzan ni los peatones, que se detienen, atónitos, ante el despligue de patrullas, motoristas y coches camuflados-, cuando el equipo se traslada de un lugar a otro.
El autobús va precedido de tres coches patrulla, y detrás lleva una limusina en la que viajan cuatro policías secretos, que por su indumentaria -del bolsillo izquierdo de sus vaqueros sobresale la culata de nácar de su pistolón- gritan a los mil vientos lo que son. Esos individuos, que en ningún momento intentan pasar inadvertidos a los ojos de los transeúntes, acompañan a pie al autobús español en sus primeros 30 metros, para, a continuación, subirse a la limusina en marcha, en un salto, casi al grito.
No sólo es espectacular su actuación, sino que antes de que el autocar se detenga ellos ya han vuelto a tocar de pies en el asfalto, como aquél que se baja de un tranvía en marcha.
Los jugadores, en principio, asisten, entre atónitos y sorprendidos, al transporte. Son como lingotes de oro que van custodiados de un lado a otro.
Los mexicanos, por su parte, parecen orgullosos de que sus fuerzas de seguridad se hayan unido para proteger lo que todo el mundo considera allí, en estos momentos, la mercancía más valiosa que tiene México.
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