Un documento
El segundo canal de TVE, en una iniciativa prometedora, inició el martes su nuevo espacio Documentos TV, pensado con el fin de dar cabida a cintas documentales y de peso ya histórico producidas por entidades extranjeras o independientes. En un momento en el que se tiene aún en nuestro país el buen sabor de boca dejado por la conciliadora visita real al país tradicional y subliminalmente enemigo, TVE inauguró la serie con el reciente especial de la BBC Juan Carlos I, rey de todos los españoles.Fue un gran comienzo para un programa que, en aras de la independencia y el derecho que los ciudadanos españoles sin duda tienen a estar enterados de todo lo que piensan o sospechan en los países vecinos de nosotros y nuestras instituciones, deberia cuanto antes dar cabida al documental que emitió la televisión francesa sobre los GAL.
Lo malo que tenía el programa de la BBC es lo bueno que era. Sin alardes, sin otros medios que los de la oportuna y bien organizada documentación, sin más recurso dramático que la eficacia narrativa, Pizzey, el escritor, y Bennett, el productor, cumplieron en 60 minutos con su labor: retratar respetuosa, pero incisivamente, a los reyes de un país de moda, pero tan virgen y remoto a los ojos del insularizado británico medio como Perú o Andorra. Con mayor aparato y despliegue asombroso de locutores en la sombra y más horas de transmisión, TVE, por el contrario, dio la nota la semana. pasada sirviendo con desmaño al español la indudable noticia bomba del viaje de sus monarcas al país de la BBC.
El martes, en 60 minutos, la BBC elaboraba un magnífico subtexto histórico en torno al Rey, reviviendo su formación y sus 10 años de reinado, enmarcados por la impresionante disección del tenebroso vídeo de Tejero, del que podía pensarse que ya nadie obtendría prismas nuevos.
Imagen hogareña
En 60 minutos restituía también la imagen hogareña, muy salada, de la familia real española hablando ante las cámaras en inglés. Por el contrario, a lo largo de cuatro días, los servicios informativos de TVE ofrecieron una correcta transmisión en directo de la llegada a Londres y la hermosísima parada en Windsor; perdieron la señal (¿curioso y conocido eufemismo?) el día del discurso ante el Parlamento, con lo cual no se pudo ver en directo la parte final del acto; no emitieron, en contra de lo anunciado, lo que sin duda constituyó el acto más televisivo (por espectacular y por distinto) del viaje: la investidura en Oxford; y cuando quisieron amenizar la velada con la gran fiesta de la embajada, unas cámaras paralíticas y unas voces en off un tanto despistadas nos impidieron cultivar el noble arte del cotilleo de altura.El británico es un pueblo dotado para la pompa, pero también es eficaz, preciso. En ese sentido, la imagen más explícita del viaje fue ver a los reyes de Inglaterra y a sus dignatarios y académicos siguiendo con entorchados y gafas de cristal grueso la producción impresa de los discursos en español del rey Juan Carlos.
Aquí fuimos menos afortunados: en un medio como Televisión Española, tan poco amigo de las películas subtituladas, el programa de la BBC sí se ofreció casi todo en versión original, pero ni siquiera al Soberano se le supo traducir bien; se citaba la famosa frase republicana "más vale morir de pie que morir (en lugar, claro, del correcto vivir) de rodillas", y una deliciosa construcción en inglés del Rey sobre el flechazo y declaración amorosa a la entonces princesa Sofia, "I didn't make much fuss about it", se convertía aquí en "no fue nada espectacular". En esta ocasión (y por mucho que TVE quisiera enmendar sus chapucerías ofreciendo el domingo un brevísimo resumen de los actos del viaje), el enemigo supo vender mejor la imagen del rey de todos los españoles. ¿De TVE también?
