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Austria vive con desasosiego el 'caso Waldheim'

El pasado nazi del candidato conservador a la presidencia desentierra una memoria colectiva antisemita celosamente guardada

"Si sale elegido Waldheim, entrego mi pasaporte austríaco". Quien bromea amargamente con la posibilidad de declararse apátrida si la mayoría de sus conciudadanos elige a Kurt Waldheim como nuevo presidente de Austria no es un frívolo. Es un intelectual, miembro destacado de la Asociación de Escritores y Periodistas, que ha dedicado toda su actividad en la posguerra a la divulgación en el exterior del carácter de la nueva Austria. Esta tentación de desertar es un aspecto más del profundo desasosiego que ha provocado en Austria la campaña electoral dominada por el pasado nacionalsocialista de Waldheim.

Como secretario general de las Naciones Unidas, Waldheim fue uno de los símbolos del Estado austriaco neutral, abierto y dialogante surgido del trauma de la II Guerra Mundial. Las revelaciones sobre su militancia en organizaciones nazis y sus actividades como oficial alemán durante la invasión de los Balcanes han evocado en este país el fantasma de un pasado que toda la generación de la guerra había reprimido en un gran ejercicio de amnesia colectiva."El pasado nos presenta ahora la factura que no pagamos en su momento", dice Hans Rauscher, uno de los columnistas principales del país, desde las páginas del diario Kurier. "Nada más acabar la guerra se empezó a decir que había que olvidar el pasado". En 1938, cuando Hitler anexiona Austria al III Reich, gran parte de los austriacos acoge con entusiasmo su integración en una gran Alemania, fuerte y próspera, tras años de penuria y crisis interna de una República austriaca surgida en 1919 que pocos creían capaz de sobrevivir como Estado soberano.

En 1945, los siete años de poder nacionalsocialista y la participación austriaca en los crímenes cometidos durante el mismo se convirtieron en un punto negro en la memoria colectiva. Ya en 1947 todos los partidos luchaban por atraer los votos de los 600.000 ex miembros del Partido Nacional Socialista (NSDAP).

Con el país convertido en escombros y en plena fase de re construcción y creación de un nuevo sistema parlamentario, todos, incluidos los aliados que ocupaban Austria, colaboraron en extender el manto del silencio sobre el pasado. Los aliados dieron el primer paso en este senti do en el acuerdo de Moscú de 1943, que calificó a Austria como "la primera víctima del nacional socialismo alemán". Pero Austria no había sido sólo víctima y esta mentira original aflora ahora con dolorosa virulencia.

"El patoso de Waldheim, en sus ansias de figurar, ha tropezado con la alfombra y esparcido toda la mierda que habíamos escondido con tanto esmero", medita un poeta de poco éxito y camarero ocasional ante medio litro de cerveza en el Klaines Cafe, un local de intelectuales rockeros de primera hora y ácratas. Desde hace semanas no se discute de otra cosa en Austria y los síntomas de agotamiento son evidentes. Algunos no votarán a Waldheim sólo por no volver a oír su nombre.

"La culpa, de los americanos"

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También en el Café Gutruf, la taberna más selectiva de Viena, es tema obligatorio. Su dueño, Rudi Wein, judío millonario, comunista y tabernero, no sirve más que a quien le apetece y su local es punto de encuentro y tertulia de ministros socialistas, escritores, periodistas y algún que otro traficante de tecnología hacia la Europa del Este. Según Wein, "los americanos no tienen por qué protestar, ya que, si no hubo desnazificación en este país, fue por su culpa". Wein asegura que Waldheim "no tiene carácter ni para ser criminal de guerra". Wein perdió los dedos de las dos manos siendo niño en un campo de concentración nazi, donde murió gran parte de su familia."Wadlheim es víctima de una ambición enfermiza. Habiendo sido herido en 1941, con un par de recomendaciones podía haber tenido un puesto sin importancia. Pero le perdió su patológica necesidad de figurar", señala un viejo diplomático, compañero de carrera de Waldheim, con el que ha tenido continuo contacto a lo largo de toda su vida profesional. "De lo que estoy seguro es de que no era nazi".

El consenso político austriaco ha quedado roto por la polémica. Si siguen de acuerdo en algo las fuerzas encontradas es en que los ataques generalizados -sobre todo, desde Estados Unidos- son poco rigurosos en lo que respecta a Waldheim e injustos hacia Austria. "La falta de rigor en los ataques contra Waldheim del Congreso Mundial Judío le han hecho muy fácil al candidato la teoría de la conjura exterior y fomentar así la solidaridad hacia su persona", dice un columnista socialista. "Si se exageran las acusaciones y no pueden demostrarse, queda sin efecto también lo que es cierto, probado y reprobable".

También son muy inexactas las descripciones hechas últimamente en la Prensa mundial de Austria como un país de fascistas y antisemitas irredentos. Cierto es que existe el antisemitismo y es más patente desde que surgió la polémica. Viena fue la cuna del antisemitismo político en el siglo XIX.

Cierto es también, sin embargo, que Austria ha logrado en las últimas décadas con sus gestiones permisos de emigración a Occidente para decenas de miles de judíos soviéticos. Además, es improbable que un pueblo de furibundos antisemitas hubiera elegido en dos ocasiones por mayoría absoluta como canciller federal al judío Bruno Kreisky.

Tampoco entra en este cuadro de xenofobia generalizada el hecho de que fuera Austria la que más ampliamente abriera sus fronteras a los refugiados de los países del Este en situaciones de crisis. Decenas de miles de polacos vivieron en Austria a expensas del Estado a principios de esta década en espera de emigrar a algún país menos estricto que Estados Unidos en conceder visados de entrada y residencia.

Gracias a la gran mentira de su desvinculación de los crímenes del nazismo, Austria logró no ser dividida como Alemania; a través de su neutralidad se convirtió no en muro, sino en puente entre los bloques. Ni antes del caso Waldheim Austria era una isla idílica ni hoy es un nido de serpientes.

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