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El protagonismo de la ciudad en las relaciones internacionales

El redescubrimiento del hombre por encima de su propia obra y como medida de todas las cosas es, según el autor del artículo, una de las principales consecuencias del movimiento de solidaria interrelación de las ciudades que se produce en los últimos años y que anteriormente estaba casi exclusivamente protagonizado por los Estados.

Celébrase hoy en todo el mundo el Día de las Ciudades Unidas, en el que tradicionalmente se conmemora el aniversario de la fundación de la Federación Mundial de Ciudades Hermanadas o Ciudades Unidas, asociación que se constituyó en el congreso celebrado en un pequeño pueblo francés, Aix-les-Bains, el 27 de abril de 1957.La Federación Mundial de Ciudades Unidas representa el movimiento de cooperación intermunicipal con carácter más universal de cuantos se han creado hasta la fecha. Cuenta con casi 3.000 colectividades locales asociadas, pertenecientes a 90 países de los cinco continentes, entre las que ya se han producido más de 5.000 hermanamientos. Así, ha ido configurándose una auténtica red universal de ciudades, un entramado de relaciones intervecinales y la clara conciencia de que la historia del mundo, en el futuro, se hará quizá desde la perspectiva de la ciudad.

Hasta hace pocos años, las relaciones entre países se establecían casi exclusivamente a nivel de Estados. Sin embargo, desde hace algún tiempo, se están desarrollando e intensificando, de forma clara e irreversible, las relaciones directas entre los municipios de cualquier país del mundo y los intercambios locales de toda índole, a nivel oficial y a nivel de los ciudadanos.

La vitalización, el progreso y la humanización de las ciudades suponen, fundamentalmente, el redescubrimiento del hombre por encima de su propia obra, del hombre como medida de todas las cosas. Y esta tarea de humanismo cívico se logra, en gran parte, con la implantación de un sistema de relaciones solidarias, tanto en el orden material como en el orden del espíritu, entre los habitantes o vecinos de las diferentes regiones, países y continentes... En este sentido, el hermanamiento o, lo que es lo mismo, los acuerdos de amistad y cooperación entre dos ciudades constituyen una fórmula válida y eficaz para el desarrollo de este nuevo y necesario tipo de relaciones, sobre todo si nos esforzamos en que dichos acuerdos se traduzcan, de modo inmediato -y así lo estamos haciendo en Madrid-, en la adopción y puesta en práctica de medidas y programas, realistas y concretos, para el intercambio y la cooperación eficaz en los ámbitos de la gestión municipal y también entre los distintos sectores que integren nuestra sociedad urbana.

Persuadidos también del nuevo protagonismo que incumbe a las ciudades en el campo de las relaciones internacionales, y de los beneficios que de ello se derivan para la paz y el desarrollo, es por lo que, en los últimos años, el Ayuntamiento de Madrid ha dedicado a estas tareas grandes esfuerzos: participando activamente en las iniciativas promovidas por la Federación Mundial de Ciudades Unidas, cuya fundación hoy celebramos y en la que venimos desempeñando un papel principalísimo desde que, en 1981, accediera a su presidencia el entonces alcalde de Madrid; organizando en Madrid encuentros técnicos y reuniones que se celebran con el patrocinio de esta federación y de otras asociaciones internacionales; estableciendo relaciones directas y programas concretos de intercambio con ya 34 capitales de cualquier raza y condición política y social, desde Pekín y Tokio hasta Nueva York, Moscú y el más reciente con la capital de Mauritania; consolidando nuestra integración en Europa, a través de la relación con las capitales europeas, y reforzando la tantas veces aludida comunidad latinoamericana, que, en lo que atañe al ámbito municipal, es ya una realidad: en efecto, nuestras relaciones con las capitales de Latinoamérica han adquirido tanta profundidad y frecuencia que, en ocasiones, podríamos incluso calificarlas de cotidianas, y hemos constatado así -especialmente desde que se creara la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI), que tiene sede en esta villa de Madrid- lo que quiere decir la hermandad de ciudades, la hermandad de los pueblos del mundo.

Cada año, el Día Mundial de las Ciudades Unidas se celebra bajo un lema especial, que este año, declarado Año Internacional de la Paz por las Naciones Unidas, es La cooperación intermunicipal por la paz y el desarrollo solidario. La paz tiene, en la ciudad, una dimensión singular, pues las ciudades son, por naturaleza, el ámbito de la paz y de la convivencia; las ciudades son, por esencia, amigas, hermanas, no albergan poderes hostiles, ni murallas, ni secreto alguno que defender; y los municipios no somos sino simples organizaciones administrativas que luchamos por el mayor bienestar material y espiritual de los hombres que integran la sociedad urbana; sociedad cada día más compleja y variada, con cada vez mayores problemas y exigencias que hay que satisfacer y que rebasan las posibilidades del Estado. De ahí también el renacimiento que están experimentando las ciudades y los municipios, en cuanto son entidades intermedias que están muy cerca de las necesidades de la gente común y que pueden hacer mucho, porque pueden llegar adonde el Estado, en ocasiones, no alcanza. Es éste un hecho cierto e indiscutible, tanto a nivel local como también en el campo de la cooperación internacional para el desarrollo.

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El desarrollo solidario de los pueblos es el otro gran tema objeto de este año del Día Mundial de las Ciudades Unidas. Me parece importante y necesario destacar en este día el aspecto práctico, en su dimensión más noble, que tiene la Federación Mundial de Ciudades Unidas, en cuanto contribución poderosa al desarrollo de los demás, y recordar algunos aspectos fundamentales de su actividad en este específico campo de la ayuda al desarrollo. Ante todo, hemos de decir que el desarrollo que los municipios propugnan es un desarrollo solidario; esto es, basado en la solidaridad y en la igualdad, no en la explotación ni en el paternalismo. No se trata de una ayuda que se realice en un solo sentido, sino que es un intercambio del que ambas partes salen igualmente beneficiadas. Este aspecto resulta particularmente evidente en los hermanamientos-cooperación que se establecen con ciudades del Tercer Mundo: pronto se manifiesta en ellos que los países desarrollados tienen mucho que aprender y que pueden extraer grandes beneficios de los valores culturales y modos de vida que aún perduran en estos pueblos que viven con grandes dificultades económicas y en los que el subdesarrollo es causa incluso de que la vida de millones de personas peligre a diario por causa del hambre y de la desnutrición.

Recientemente, en la Conferencia Internacional sobre el Hambre que celebramos en Madrid, tuvimos oportunidad de analizar con expertos de todo el mundo este grave problema, que bien puede calificarse como el gran crimen de la historia de la humanidad y que, inconscientemente, las gentes alimentadas tendemos a eludir, porque despierta la mala conciencia -y es un sentimiento que a nadie le gusta- el saber que con los desperdicios de los países ricos podrían salvarse muchas vidas humanas.

Pero ya es hora de despertar esta conciencia: no podemos ya vivir de espaldas a los problemas de nuestros vecinos ni los más próximos, ni tampoco los que habitan regiones lejanas, pero que los modernos medios de comunicación nos hacen sentir cercanos. Las ciudades tenemos el deber de buscar de alguna manera el equilibrio, de encontrar los medios para ayudamos unas a otras, de dar en este sentido un ejemplo de solidaridad humana y de sumisión a los valores morales, porque, como tantas veces hemos tenido ocasión de decir, pero no es en vano repetirlo, la ciudad defiende, sobre las razones inadmisibles del poder que a veces ciertos Estados utilizan, las razones por todos admisibles de la justicia, de la ética, de la igualdad y de la paz. Esto significa esencialmente el Día Mundial de las Ciudades Unidas, el día en que izamos la bandera de esta federación en más de 3.000 municipios de los cinco continentes, como signo de esperanza, fraternidad y amistad entre los vecinos de todo el mundo.

es miembro del Consejo de Presidentes de la Federación Mundial de Ciudades Unidas.

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