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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Interrogantes del comunismo italiano

EL PARTIDO Comunista Italiano es una de las instituciones políticas más importantes de la izquierda europea. A pesar del fracaso del eurocomunismo y del derrumbe de los partidos comunisltas, el PCI ha conseguido mantener su influencia en la sociedad italiana, tanto en el plano electoral como en el social y cultural. Sus posiciones y su fuerza le convierten en centro de atención de toda la izquierda europea. También su particular tragedia tanto poder electoral y tantos años sin conseguir la entrada en el Gobierno. El congreso que acaba de celebrar en Florencia iba a plantear todas las contradicciones, incluido el vacío casi sinibólico que dejó la muerte de Berlinguer, de este partido que ha atravesado toda la crisis de la izquierda metabolizando en su interior las tensiones, las diferencias y el propio cambio ideológico de las izquierdas europeas.El acontecimiento quizá más importante del congreso es el triunfo del ala derecha del partido: el PCI ha decidido autodefinirse como "parte integrante" de la "izquierda europea", es decir, parte del conjunto que forman los principales partidos socialistas y socialdemócratas de nuestro continente. La frase de un invitado soviético de que el PCUS era también "izquierda europea" parecía una broma, o quizá una perfidia. La realidad es que el PCI, tras esta definición, es más que nunca una variante muy peculiar del socialismo europeo, con una tradición y una cultura propias encarnadas en la historia del comunismo. No cabe duda de que la entrevista del secretarío general Alessandro Natta con Willy Brandt en Bonn, pocas semanas antes del congreso, ha sido importante en la preparación de estas tesis.

En correspondencia con el reconocimiento de este desplazamiento político del PCI hacia el espacio socialista, que sólo sobre el papel tiene que ver con el enunciado ya añejo de la convergencia entre socialistas y comunistas, en el informe de Natta y en otras intervenciones se reflejó una voluntad evidente de superar planteamientos -e incluso vocabulario- que han caracterizado al corriunismo clásico. De la Unión Soviética se tiabló en términos exclusivamente políticos.

En la evolución "socializante" del PCI hay que destacar un objetivo político claro: romper las barreras que actualmente le impiden entrar en el área del poder. Hasta ahora, su táctica de oposición le ha conducido a obtener la adhesión de hasta el 30% del electorado, pero hay síntomas de que se ha alcanzado el techo y puede producirse una regresión. El propio panorama político italiano induce a cambiar los planteamientos para disponerse a asumir responsabilidades de Gobierno. El Gabinete de Craxi, integrado por ministros de cinco partidos, atraviesa serias dificultades, y son públicas las divisiones en su seno. Si no se produce una crisis, las elecciones legislativas se celebrarán dentro de dos años, y aunque para entonces los comunistas no parecen abrigar todavía esperanzas sobre su entrada en el Gobierno, estiman que su nueva táctica puede inducir a que los otros partidos, y especialmente el socialista, abran la puerta a nuevas alianzas.

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El desplazamiento hacia laderecha producido en Florencia no admite, sin embargo, interpretaciones mecanicistas y sin matices. Considerar que la izquierda histórica ha salido derrotada o que ha renunciado, por táctica, a defender sus posiciones sería erróneo. Algunas figuras del comunismo italiano, como Pietro Ingrao, con su insistencia en la urgencia de una reforma constitucional y una renovación profunda de las relaciones entre sociedad civil y Estado, o Luciana Castellina, con una posición pacifista y un mayor radicalismo frente a la Administración de Reagan, siguen representando una realidad viva dentro del partido. Por añadidura, el fuerte apoyo al ecologismo, al feminismo y al pacifismo -en particular por los grupos jóvenes- representa a una componente del congreso con tendencias más próximas a los verdes que a la socialdemocracia. Se perfila, por tanto, una nueva particularidad del comunismo italiano: la cohabitación entre la voluntad de entrar en el área del poder y el reforzamiento de lazos no instrumentales con los nuevos movimientos sociales que preconizan cambios profundos en las formaciones sociales de Occidente. Ambivalencia que, seguramcnte en menor grado, se plantea también en otros partidos europeos, particularmente en el SPD, con la presión de los verdes. En cierta forma, la derechización en términos de políticos no se comprende sin el esfuerzo de seguir manteniendo una sintonía ajustada con los nuevos movimientos sociales y con la propia tradición, representada por el izquierdismo de corte más clásico.

Finalmente -y para comprender el congreso de Florencia y su desenlace unitario-, es inevitable tener en cuenta el papel de Alessandro Natta. Precisamente porque carece de ambición personal, ha ganado la confianza de los diferentes sectores. De hecho, su veteranía y respetabilidad han hecho posible la adopción de innovaciones que difícilmente hubieran sido aceptadas sin él. Con todo, y pese al rejuvenecimiento en la dirección, el PCI no ha anulado de la noche a la mañana sus problemas y las predicciones de un incierto futuro. Entre otras razones, porque el congreso de Florencia no ha superado las contradicciones ni la heterogeneidad de sus componentes. Y en último término, la eficacia de la fórmula que permite convivir a socialdemócratas de corte idéntico al alemán con militantes de talante ecologista y verde sólo podrá medirse en las sucesivas confrontaciones electorales y en la capacidad de actuación parlamentaria o de maniobrabilidad política que de ellas surjan.

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