Verde naranja
Rosa Montero es un adalid de las causas perdidas, aunque, como sabe el lector de este periódico, ella gana algunas con el filo de su pluma. En esta ocasión, ha querido batir al monstruo televisivo en su propio y más escarpado dominio: ha tratado de hacer comedia en un medio que parece negado, por historia, para el género chico del humor. Su fracaso no es todo de ella.La autora de Media naranja ha confesado que, al escribir los guiones en su día -un día ya lejano, y con dos intérpretes concretos en su cabeza, que fueron sustituidos al llevarse a cabo con retraso la realización-, sólo pretendió hacer reír a la manera de las series cómicas británicas. No era corta la pretensión, pues es sabido que la TV Comedy es uno de los subgéneros donde más brilla el espíritu burlón de los anglosajones, sobre todo gracias al excepcional talento histriónico de sus cómicos y a una tradición de humor de music-hall que aquí falta. Pero hay otro inconveniente con el que la guionista no contaba: esa capa de mugre que envuelve la realización de series cómicas y funciones dramáticas tipo Estudio 1, las cuales nunca o casi nunca logran soltarse el pelo de la dehesa en decorados, ambiente y gesticulación. Sólo, en mi memoria reciente, podrían destacarse algunos episodios de la serie Platos rotos, y era sobre todo porque se alcanzaba un nivel interpretativo alto.
Media naranja se emite hoy a las 21
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Rosa Montero quiso hacer una serie sobre las formas de la extrema juventud, la de edad y la de comportamientos. Sus actores también la tienen, pero con demasiado verdor. Amparo Larrañaga muestra soltura, sobre todo al hablar, pero el verdadero protagonista, Iñaki Miramón, una de las figuras más activas de la escuela vasca de actores jóvenes que está barriendo en el último cine español, no acierta con la vena apropiada para interpretar con gracia, en lugar de con lástima, su personaje de timorato niño de mamá. Tampoco Alberto Delgado saca bien su pluma en el papel de hermano loca de la chica.
La serie parte de estereotipos y aspira, a través de la ironía o el disparate, a la tesis. Nada hay que objetar a lo primero, fundamento muy sólido de las apoyaturas de la comedia tradicional. Lo malo para la guionista es que el realizador no ha trascendido el tópico para darle rostro propio o caudal cómico. Respecto a la leve tendencia que se esconde en la serie, Rosa Montero se muestra igual de eternamente cruel con unos y con otros, aunque con un matiz de género: los tres hombres protagonistas -padre bobo, marica- son blandos y apocados; las mujeres socarronas, mandonas, muy tiradas palante; feminismo, homosexualismo, matriarcado, subcultura urbana, jergas juveniles y otros ismos del día rara vez cobran en Media naranja un peso testimonial o dramático. Son, a lo sumo, emblemas. Que, desde luego, no enriquece la ruda letra y música de Bergia destripando épicamente las peripecias de la acción.
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