La 'imperfección' de Jonathan Richman

Si hay algún músico feliz en este mundo, bien podría ser Jonathan Richman. En el escenario actúa según le apetece en cada momento. Cada concierto es irrepetible, como sus inseparables Modern Lovers. El pasado año fueron batería y guitarra. Ahora, dos guitarras españolas. Dentro de 12 meses pueden ser cacerolas y chirimía. Da igual, porque lo importante es el bostoniano de 34 años que hace pensar que todo es posible.El ambiente de las actuaciones de Jonathan Richman es familiar, de cuarto de estar y mesa camilla. El público está a la misma altura del actor, se integra y suple con palmas la ausencia de batería, hace coros y lo que haga falta. Desde el punto de vista convencional, naturalmente hay fallos de sonido y mil imperfecciones más. Pero el americano vende imperfección, ése es su gancho y lo sabe, por lo que no hace la menor concesión. Lo que en otros sería imperdonable en Jonathan Richman es natural. Por lo demás, es buen compositor y mejor comunicador de canciones, un saxofonista con mejor sonido que técnica y un cantante de personalísima voz. Sus guitarristas, dos amigos.