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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las ambigüedades del congreso del PCI

LA PRENSA italiana ha seguido con bastante atención la preparación del XVII Congreso del Partido Comunista de Italia (PCI), que se reunirá mañana en Florencia. Entre otras razones, porque esta preparación se ha desarrollado de una manera bastante desacostumbrada, con votaciones reñidas sobre enmiendas enfrentadas a las tesis de la dirección, y con sorpresas en las elecciones de delegados. Siempre los congresos comunistas han sido considerados en Italia como acontecimientos políticos importantes. Aunque hoy no pueda afectar de un modo directo a la composición del Gobierno, es evidente que ninguna fuerza política es indiferente ante la orientación que adopte un partido que recoge desde hace décadas los votos de un 25% a un 30% del electorado. Acrece además el interés el hecho de que el PCI se halle en un rnomento delicado, puesto que, pese a su consistencia electoral y a su indudable influencia sociocultural, no logra estar presente en la gobernación del país. Estando en la oposición, sus votantes ya no aumentan, ha padecido retrocesos graves en algunas de sus posiciones claves, como son las de los niveles municipal y regional, y ha perdido el referéndum sobre la escala móvil. Las tesis sometidas por la dirección al congreso propugnan que Italia avance hacia un "Gobierno de programa", fórmula ambigua pero que tiende a facilitar que los comunistas puedan participar o, en todo caso, apoyar al Gobierno a partir de acuerdos programáticos. En esta línea se ha perfilado, en la elaboración de las tesis y luego en los congresos provinciales, un acuerdo entre el centro, representado por Natta y Occhetto, y la derecha, con Lama y Napolitano. Es lógico que esta orientación coloque en primer plano propuestas reformistas en el terreno económico y social. En este sentido, el dirigente de la socialdemocracia alemana Peter Glotz ha destacado el "acercamiento" que se ha producido hacia los puntos de vista de muchos partidos socialistas europeos.

Quizá el rasgo más llamativo de las tesis sea precisamente el que se refiere a su posición en el tablero internacional. El PCI se proclama "parte integrante de la izquierda europea" y expresa la ambición de "aproximar" las dos grandes experiencias, socialista y comunista, que han marcado la historia del movimiento obrero en nuestro continente. Por primera vez, Brandt ha recibido a Natta, hace un mes, en el local del SPD en Bonn, y se ha establecido entre esos dos partidos una discusión ideológica, en parte pública, sobre sus programas respectivos. Al mismo tiempo, el PCI se coloca en punta en lo referente a Europa, preconizando que la Comunidad avance hacia formas nuevas de "unidad política supranacional". El interés de tales posiciones para romper el aislamiento que aún sufre en Italia es obvio, pero las posibilidades de materializar ese proyecto son por ahora escasas. Basta recordar hasta qué punto numerosos partidos de izquierda, como los daneses y los británicos, son reacios a la unidad europea. El PCI da la sensación de querer parecerse -conservando su nombre- a los grandes partidos socialistas europeos, y de hecho existe una semejanza objetiva en su. amplia base social.

La tendencia a dejar de lado la perspectiva "revolucionaria" y a concentrar las fuerzas comunistas en una política de reformas y "mejoramiento" de la sociedad tal como es no es un fenómeno nuevo en el partido de Berlinguer. Sin embargo, al coincidir ahora con el peso creciente de generaciones muy distanciadas de los años de la lucha antifascista, se acentúa el pragmatismo desideologizado de la opción comunista. Ante esta tendencia, un sector joven izquierdista ha reaccionado con concepciones que tienden a vitalizar la "originalidad comianista" a partir de nuevos fenómenos surgidos en las sociedades contemporáneas. La enmienda más votada, con mayoría en 127 congresos de federaciones, que rechaza la utilización de la energía nuclear, ha sido apoyada, sobre todo por los movimientos ecologistas y por la juventud comunista. Otra enmienda ampliamente respaldada es la que dedica una enérgica crítica al reaganismo y destaca la necesidad de una mayor solidaridad con el Tercer Mundo. En fin, Pietro Ingrao, con textos quizá demasiado abstractos para obtener votaciones masivas, ha planteado el problema de fondo de la necesidad de reformar el Estado y la democracia, ante la insuficiencia de los actuales instrumentos políticos, partidos y Parlamento, para que la voluntad popular influya realmente en la nueva sociedad de la información que se está constitayendo. Éstas son las cuestiones que han polarizado los congresos provinciales, aunque no es seguro que ocurra lo mismo en el congreso de Florencia que comienza mañana. En todo caso, por áspera que haya sido la polémica, en nada desmiente la reconocida capacidad del comunismo italiano para hospedar en sus filas a posiciones disidentes y minoritarias. Posiciones que actualmente pueden ser fundamentales para contrarrestar los, excesos de pragmatismo y para ayudar, en fin, al PCI a no marginarse de problemas cada vez más decisivos en la política europea.

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