Me gustaría hacer uso

de un medio de comunicación tan difundido a nivel nacional como este diario EL PAÍS. Pues bien, tengo 17 años y supongo que en mi situación han estado muchos de mi misma edad.Ante la noticia del referéndum OTAN, nunca podría imaginar que, según la tarjeta que dicho instituto envió a domicilio, se me fuera a incluir en el censo electoral.

He de confesar que desde entonces comencé a pensar que iba a votar y qué iba a votar. Pensaba que, aunque aún no soy mayor de edad, el hecho de que me impidieran votar sería obligarme a abstenerme, puesto que estaba incluido en el censo y "en mi país yo soy alguien". Pero se dio la circunstancia de que, llegado el 12 de marzo me comunicaron que, junto a los de mi edad, me habían eliminado automáticamente del electorado por no cumplir con el evidente y necesario requisito de alcanzar la mayoría de edad; razón que, muy a pesar mío, hube de aceptar como irrefutable. Sinceramente, doy mi enhorabuena a los miembros del colegio electoral Arias Montano por cumplir con su deber al respecto. Pero otros chicos de mi edad sí han votado, hecho que celebro, pues permitírseme (vuelvo a confesarme) ejercer el derecho al voto significaría que yo hubiera hecho lo mismo. Pero esto no deja de ser un fraude electoral, y soy consciente de que a mi edad se tiene el suficiente uso de razón para determinarse por una postura u otra en un asunto concreto. La cuestión es que la incompetencia del INE (y no le culpo sistemáticamente, sus razones tendrá) ha provocado la desilusión de unos y el fraude de otros. Quizá pueda catalogarse esta operación como de jugarreta.

Con justicia, no se me ha permitido. ¿Dejarán de publicarse estas palabras, y ya sin justicia, por el hecho de que sólo tengo 17 años?-