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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Exponerse a las exposiciones

Vicente Molina Foix

La política de exposiciones del Ministerio de Cultura ha deparado en los tres últimos años muchos acontecimientos artísticos memorables que parecían desmentir las voces subrepticias que atacan dicha política por suntuaria, escaparatista y ajena a los intereses y aprovechamiento del ciudadano. Hasta hace poco pensaba que esas voces eran maliciosas; hoy las oigo cargadas de razón.Las magnas exposiciones suelen inaugurarse con nutrida presencia de dignatarios y especialistas, apiñados bajo los focos de la televisión, que da cumplida cuenta del suceso; al día siguiente, los críticos alaban el espectacular montaje y el lujoso (pero siempre carísimo) catálogo. A partir de ese momento empieza el calvario del público. En el Museo Español de Arte Contemporáneo, por ejemplo, la última vez que emprendí la aventura campestre de ver una de sus exposiciones, al acabar la visita no pude adquirir el catálogo correspondiente, porque la tienda de las publicaciones no seguía los horarios del museo. Y muy conocido de los amantes del arte es el celo de los guardianes de las salas Picasso de Madrid, quienes, en flagrante contradicción del horario anunciado de visita, irrumpen veinte minutos antes del cierre con palmas perentorias. Se entiende el deseo de los vigilantes de correr a abrazar a sus deudos tras la dura jornada, pero o bien el ministerio paga esos minutos extra de trabajo o debe anunciar que el cierre efectivo es 15 minutos antes de la hora.

Pero hay algo mucho más irritante. Hasta hace algunos meses, las grandes (y costosas) exposiciones eran escasamente anunciadas en los medios de difusión, aunque, eso sí, había hermosos carteles pegados por las calles y parques cercanos a la sala de exposición, con clara intención de atraer exclusivamente a las gentes de la vecindad.

Últimamente eso se ha subsanado, y el ministerio inserta en la Prensa anuncios en los que nunca se indica el horario de apertura rara vez las fechas de clausura. El potencial visitante, deben pensar los responsables, ya cuenta con las carteleras de los periódicos para averiguar detalles tan ínfimos. Eso hice el sábado 1 de marzo. Habiendo decidido visitar la muestra de escultura británica en el Retiro consulté EL PAÍS y -desconfiado por naturaleza- la Guía del Ocio. Esta última indicaba que el horario de visita de los palacios de Cristal y Velázquez era de diez de la mañana a siete de la tarde; EL PAÍS lo extendía hasta las ocho de la tarde. No queriendo jugar con fuego me presenté a las seis, y en lo alto de la escalinata del palacio de Velázquez fui recibido por una estoica señora de la limpieza que con un punto de irónica ternura parecía decirse, bayeta en mano: "Ahí viene otra víctima". El cartel de la puerta de ambos locales anuncia que el tiempo de visita acaba a las seis de la tarde, y ante mi protesta esgrimiendo el perlódico, la señora, sin duda con una larga experiencia de refusés en sus horas de fregoteo, me dijo: "No es usted el primero que se queja; ya en la exposición anterior venía mal anunciado el horario". Pero nadie en esos centros, por supuesto, se había tomado la molestia de corregir el error mantenido varios meses. Definitivamente, en el país de la chapuza, el entuerto es ley.- .

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