1.200 escoltas protegen la vida de 150 altos cargos
En unas declaraciones cuando todavía era líder de la oposición, Felipe González expresó su deseo de que en España llegara el día en el que el presidente del Gobierno pudiera ir andando de casa al despacho, como ocurre en Suecia. El asesinato del primer ministro sueco, Olof Palme, ha vuelto a poner de actualidad la vigencia y utilidad de la escolta a personalidades, tarea en la que se emplean en España unos 2.500 personas entre escolta personal y policías a domicilio.El Rey y el presidente del Gobierno y los altos cargos militares cuentan con servicios de seguridad propios, al margen de este sistema de protección, que cuesta al Estado, según fuentes de Interior, alrededor de 2.000 millones de pesetas.
De estos 1.200 policías, 300 son conductores, y el resto se divide en tres turnos. Además hay que añadir 1.175 miembros de policía nacional que se ocupan de la protección de sus domicilios. Otros 8.000 tienen a su cargo la protección de los edificios públicos, ministerios y embajadas.
Durante un período de tres meses los policías reciben una preparación adicional para perfeccionar técnicas de conducción rápida, tiro, estudio de itinerarios y otros sistemas de protección personal.
Según el director general de la Seguridad del Estado, Julián Sancristóbal, la experiencia terrorista ha contribuido para que nuestro país posea unas cotas altas de especialización y eficacia, aunque también explicó que en los atentados contra personalidades se ha producido frecuentemente la muerte de escoltas.
Servicio en 24 horas
Las escoltas personales pueden montarse, en caso de emergencia, en 24 horas. Este dispositivo se pone en funcionamiento cuando se descubren a personalidades en listas de nombres en poder de terroristas.Los avisos por parte de los servicios de información policiales también pueden aconsejar la protección de determinadas personas.
La comprobación de amenazas denunciadas por los ciudadanos, es el paso previo a la obtención de escolta, otras veces cuando estas no tienen un fundamento claro, se aconseja a los solicitantes seguir las normas básicas de seguridad y cambiar los itinerarios habituales.
Los policías, que cobran dietas especiales por el servicio de escolta, cuentan cómo, en ocasiones, se ven obligados a perseguir a su protegido que, en un alarde de independencia o el simple prurito de despistar al escolta, trata de eludir a sus protectores. "Es comprensible", señala uno de ellos, "se sienten agobiados por llevar siempre una sombra".
Otros escoltas cuenta situaciones incómodas, como es el caso de la esposa de uno de los protegidos, que le encargó que le bajara unas macetas, o cuando la persona a quien protegía le pidió que le llevase la cartera. "Parece que no comprenden que para cumplir con nuestra misión necesitamos tener las manos libres".
Los protegidos se sienten en ocasiones molestos por la presencia de sus eternos acompañantes, que deben permanecer a su lado incluso en las cenas más íntimas.
"Por eso la discreción forma parte de nuestro trabajo", explica un miembro de este servicio.
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