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Tribuna
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Historia de una consulta

El referéndum británico sobre la permanencia en la Comunidad Europea tuvo antecedentes que, a juicio del autor, permiten establecer un paralelismo con el que va a celebrarse en España el miércoles sobre nuestra continuidad en la OTAN.

Había una vez un país situado geográficamente en la periferia de Europa. Era un país con un glorioso pasado tras de sí, tanto de esplendor cultural como de aventuras coloniales allende los mares. Sin embargo, en el último tercio del siglo XX sufría las consecuencias de la crisis económica mundial. Por razones históricas y psicológicas, este país había estado al margen del proceso de integración europea.Un Gobierno de derechas en el poder, se propuso terminar con el aislamiento tradicional del país, y tras decisión adoptada mayoritariamente por el Parlamento, pidió el ingreso, y lo obtuvo, en una de las grandes organizaciones internacionales del mundo occidental.

La cuestión levantó ampollas en sectores importantes de la opinión pública y en su representación parlamentaria. La oposición de izquierdas, que se había opuesto en el Parlamento por considerar que el ingreso era precipitado y había sido mal negociado, anunció que si ganaba las elecciones convocaría un referéndum para que el pueblo decidiese libremente. Entendía, en efecto, que, pese a la aprobación del Parlamento, la opinión pública no había asumido plenamente la decisión.

Poco después de consumado el ingreso se celebraron elecciones y el partido de izquierdas llegó al poder. El nuevo Gobierno se tomó un período de reflexión y auspició un debate interno en el partido que lo apoyaba para aclarar las posiciones. Por su parte, la derecha realizó una intensa campaña en el Parlamento y en la calle para evitar la celebración del referéndum.

Tras un cierto tiempo, el Gobierno hizo pública la convocatoria de la consulta, fijando las nuevas condiciones para la permanencia del país en la organización internacional y apoyando claramente el voto afirmativo. Esta actitud suponía un cambio respecto de la posición mantenida años antes por los dirigentes del Gobierno cuando estaban en la oposición, lo que les obligó a un gran esfuerzo explicativo.

La formulación concreta de la pregunta fue criticada por algunos medios que la veían ambigua, pero el Gobierno sacó adelante su proyecto. En el texto de la pregunta se consultaba a los ciudadanos sobre a conveniencia de permanecer en la organización en los términos ofrecidos por el Gobierno.

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Hasta poco antes de la consulta, os sondeos de opinión mostraban que el no era mayoritario. Finalmente, el referéndum se celebró en un día laborable, y con una participación del 64,5% del electorado y un 57,2% de votos afirmativos, el pueblo británico aprobó, el 5 de junio de 1975, la permanencia del Reino Unido en la Comunidad Europea.

Creo que es interesante, seguir analizando el referéndum británico porque de él pueden extraerse experiencias útiles para el referéndum del próximo día 12 de marzo.

1. Harold Wilson, líder del Partido Laborista en la oposición, prometió durante la campaña electoral de febrero de 1974 celebrar una consulta popular sobre la permanencia del Reino Unido en la CEE. El Gobierno minoritario que formó tras el apretado resultado de esas elecciones (cuatro diputados más que el Partido Conservador) no le permitió cumplir su promesa. Pero sí pudo hacerlo en octubre de 1974, al convocarse nuevas elecciones y obtener un triunfo holgado.

2. Wilson, que en 1971, tras la firma del tratado de adhesión del Reino Unido a la CEE, había votado en el Parlamento contra su ratificación, intentó y obtuvo unas nuevas condiciones para la pertenencia del Reino Unido a la CEE mediante la oportuna renegociación.

Una vez alcanzados los resultados apetecidos, aparentemente satisfactorios, en marzo de 1975 hizo pública la decisión de su Gobierno de apoyar la permanencia en la Comunidad Europea.

3. La figura del referéndum. en el Reino Unido era absolutamente desconocida. Se argumentó que atentaba contra la soberanía del Parlamento y que minaba los cimientos del sistema democrático representativo. Se dijo que suponía una revisión innecesaria de la decisión adoptada mayoritariamente por el Parlamento, en octubre de 1971, a favor del ingreso en la CEE y el reconocimiento de que una mayoría parlamentaria no era ya suficiente para reflejar "the full-hearted consent of the British people" (Edward Heath). Pese a ello, el Gobierno obtuvo la aprobación del Parlamento para el proyecto de ley que convocaba el referéndum.

4. Nada obligaba al primer ministro Wilson a convocar un referéndum, salvo el compromiso contraído con el electorado y la necesidad de zanjar una cuestión muy controvertida en todas las fuerzas políticas y medios de opinión pública.

5. El texto completo que fue presentado a los electores en la papeleta de votación decía lo siguiente: "El Gobierno ha hecho públicos los resultados de la renegociación de los términos de la pertenencia del Reino Unido a la Comunidad Europea. ¿Cree usted que el Reino Unido debe permanecer en la Comunidad Europea (Mercado Común)?".

6. El Partido Conservador, en la oposición, que había conducido las negociaciones para la entrada en la CEE, se mostró resueltamente partidario del sí. Un sector minoritario del Partido Conservador quiso auspiciar el no, pero Edward Heath y el sector mayoritario del partido lo criticaron muy duramente, diciendo que la recomendación de votar no iba dirigida exclusivamente a desacreditar al Gobierno de Wilson y no a defender las propias convicciones

También hizo acallar las voces que querían pedir la abstención, poi entender que el referéndum era antí constitucional, argumentando Heatl que lo democrático era participar.

7. El Partido Liberal, probablemente el más europeísta de los partidos parlamentarios, hizo una intensa campaña en favor del sí, y sobre todo de movilizaciones para evitar que una elevada abstención propiciase el triunfo del no.

8. Los sectores más a la derecha dentro y fuera del Partido Conservador, encabezados por Enoch Powell, propugnaron el no desde una actitud nacionalista y de nostalgia imperial. Coincidían así con el ala aislacionista del laborismo y con la extrema izquierda extraparlamentaria, que también defendían la salida de la CEE, por razones distintas.

9. Aunque los sindicatos eran mayoritariamente partidarios del voto negativo quedaron en libertad de voto, y algunos de ellos, como el Sindicato de Empleados Municipales, con cerca de 850.000 afiliados, apoyaron el voto favorable.

10. Tanto la Confederación de Empresarios británicos como los medios de la City combatieron la tentación de caer en una actitud anti-referéndum y realizaron una intensa campaña en favor del sí.

11. La Prensa, y en general los medios de comunicación, se mostraron favorables al voto afirmativo, con excepción de los periódicos situados muy a la izquierda o muy a la derecha. En definitiva, todas las fuerzas políticas y sociales asumieron su responsabilidad ante la convocatoria. Lo que no impidió que desde la oposición se criticara al Gobierno por la inconveniencia, a su entender, de la celebración de la consulta. A nadie se le ocurrió pasar del referéndum, porque en un sistema democrático tan arraigado como el británico el hecho de depositar el voto es el acto más genuino de poder que ejercita un ciudadano, y lo considera inalienable.

El día 1 de enero de 1973, en el nomento del ingreso efectivo del Reino Unido en la CEE, los sondeos mostraban que un 39% de los británicos era contrario a la Comunidad, un 38% era favorable y un 23% estaba indeciso. Sin embargo, un sondeo de Gallup realizado a finales de mayo, a una semana del referéndum, mostraba que un 61% votaría sí; un 29%, no, y, un 10% estaba indeciso. Los resultados finales no se alejaron mucho de estas previsiones, ya que la propuilista del Gobierno fue aprobada con un 67,2% de votos afirmativos.

En cuanto a la participación de un 64,5%, relativamente baja, hay que señalar que no se distanció excesivamente de la habida en las elecciones generales inmediatamente anteriores, que fue del 72%. Por último, es importante destacar que el voto afirmativo fue mayoritario en Inglaterra, Escocia, País de Gales e Irlanda del Norte; es decir, en todos y cada uno de los 61 condados británicos. Sólo las islas occidentales y las islas Shetland votaron negativamente.

En definitiva, un país democrático de Europa occidental, con un Gobierno de izquierda, adoptó la vía del referéndum para zanjar las discusiones en torno a una cuestión de política exterior de especial trascendencia. Y nadie se rasgó las vestiduras ni a nadie se le ocurrió castigar al Gobierno, adoptando una actitud contraria a sus convicciones más íntimas. Ante un problema nacional que afectaba a los intereses nacionales del país, todos actuaron en conciencia, pensando en el bienestar de la nación y no en el futuro inmediato del Gobierno que había convocado el referéndum.

De esta manera, con la participación de todos, el tema quedó resuelto y hoy, 11 años después, nadie con una mínima representatividad se atreve a impugnar la continuidad de la presencia del Reino Unido en la Comunidad Europea. Los ciudadanos británicos podrán ser más o menos partidarios de la integración europea, pero el pueblo británico ha llegado a la convicción de que el interés nacional está mejor servido dentro de la Comunidad Europea.

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