La Unión Soviética y el nuevo orden mundial
En los últimos tiempos, la coyuntura en el mercado exterior se ha hecho alarmante y desestabilizadora. Por una parte, el comercio viene siendo en mayor medida un medio de trasvase de fenómenos críticos, sobre todo del Occidente industrializado a los países en vías de desarrollo. Por otra parte, el comercio se politiza cada vez más, poniéndose al servicio de unos objetivos contrarios al desarrollo.En los últimos 15 años, el mundo no socialista sufrió cuatro crisis económicas. Su sistema monetario es un verdadero caos, los precios de las materias primas están por los suelos, los países emergentes viven agobiados por una deuda externa del billón de dólares. Cerca de una tercera parte de la producción y casi la mitad del comercio mundiales son controlados por las multinacionales, cuyos intereses entran en colisión con los intereses de las naciones soberanas. En tales condiciones, los Gobiernos a veces dejan de ser dueños en su propia casa o ponen en marcha la consigna de "hundir al vecino para ponerse a flote". Por ejemplo, para cubrir su déficit público EE UU extrae, por medio de elevadas tasas de interés, los recursos disponibles en el mercado monetario de Europa occidental (casi 100.000 millones de dólares al año), y ello impide a los europeos remontar la crisis. Se agudizan las guerras comerciales por cuestiones del acero, los automóviles, los productos textiles, los agrarios, etcétera.
Claro es que cualquier país quisiera estar asegurado frente a esos avatares en el comercio exterior. El memorándum soviético señala cómo hacerlo y marca las referencias principales: poner fin al proteccionismo, efectuar una reforma monetaria, controlar las operaciones de las multinacionales, respetar el derecho internacional y los acuerdos.
Países explotados
La situación más crítica se produce, lógicamente, en los países en desarrollo. Disminuyen las tasas de su crecimiento económico, se estancan las exportaciones. En los países deudores no mandan sus Gobiernos, sino expertos del FMI. La repatriación de beneficios y la caída de la capacidad adquisitiva de las exportaciones superan casi en dos veces la tasa de financiación extranjera. De ahí la necesidad de estructurar en este aspecto las relaciones económicas internacionales. El memorándum soviético señala vías posibles para superar la situación de dependientes y explotados que esos países sufren en el sistema capitalista mundial.
Países en desarrollo cuyos regímenes son mal vistos por EE UU y la OTAN (Nicaragua, Libia, Angola, Kampuchea) son objeto de discriminación política. Sin embargo, la política discriminatoria tiene su principal blanco en los países socialistas.
La seguridad económica guarda estrecha relación con la seguridad universal, entre otras razones porque el comercio se ve degradado y dominado por la carrera armamentista. El 3-11 % del consumo mundial de los principales productos primarios se utiliza con fines militares. De ahí los intentos por acceder a las fuentes de materias primas mediante la política de fuerza, sin importar la estabilización de los mercados acordada en diversas resoluciones de la ONU. Casi el 25% de las investigaciones mundiales tiene carácter militar, lo que redunda en perjuicio del intercambio tecnológico internacional. Los gastos militares merman las ayudas estatales al desarrollo. Casi el 75% de la exportación de armamento se destina a los países del Tercer Mundo, lo que agrava su pobreza y alimenta los conflictos locales. Por último, a la carrera armamentista sirve, en muchos aspectos, el sistema de explotación de estos países. Una parte de los beneficios obtenidos por los monopolios y los bancos nutre, vía impuestos y préstamos, el presupuesto militar; otra parte va a parar a las cajas fuertes del gran negocio militar. La tensión internacional y la opción por la fuerza originaron el estancamiento de las negociaciones sobre un nuevo orden económico mundial.
Por todas estas razones, el clima en el comercio mundial y la seguridad económica de los Estados dependen directamente del cese de la carrera armamentista, de la distensión y del restablecimiento de la confianza. Es lo que propugna el memorándum soviético, que Javier Pérez de Cuéllar, secretario general de la ONU, valoró como encarnación de los altos objetivos de esta organización. El comercio no debe ser rehén del militarismo. En ello reside el más eficaz medio para re componer el maltrecho intercambio económico mundial.
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