La Alemania socialista, barómetro de las relaciones Oeste-Este
Erich Honecker, tras los recientes cambios en la cúpula del partido comunista de la República Democrática Alemana (RDA), está en la cumbre de su poder, indiscutido y con el prestigio en la alianza socialista que le confiere haber desarrollado una economía fuerte. Los elogios publicados en la Prensa soviética en 1985 demuestran que la URSS también está satisfecha con la política de Honecker.
Honecker tiene ya 75 años y su sucesor, que según crecientes indicios será Eggon Krenz, secretario del Comité Central del partido para Asuntos de Seguridad, forma parte de una generación cuya vida política se ha desarrollado ya en su totalidad en el nuevo Estado socialista. Cabe suponer, por tanto, que su política se aleje de las coordenadas alemanas que han determinado, incluso en los tiempos de más tensión Oeste-Este, el pensamiento político de Honecker.Baluarte de la alianza militar del Este, como Estado más occidental del bloque y con una larga frontera con la OTAN, la RDA se ha visto obligada a llevar gran parte del peso militar y de la batalla ideológica del Pacto de Varsovia. Todo aumento de la tensión entre las dos superpotencias y todas las medidas armamentistas del pacto tienen repercusión inmediata en la RDA. En su territorio, y en Checoslovaquia, se instalaron los misiles nucleares en respuesta al despliegue de los euromisiles de la OTAN en Europa occidental. En aquella ocasión, Honecker manifestó públicamente que lamentaba esta nueva intensificación de la presencia militar en su territorio, y hubo respuestas, rápidamente reprimidas, en sectores de la juventud, que tras una larga campaña oficial en contra de los misiles nucleares norteamericanos, no quiso comprender por qué si unos misiles son armas para la guerra, los otros, por ser soviéticos, son armas para la paz.
Preocupación por la SDI
La principal preocupación en Berlín Este hoy es el programa norteamericano de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI). Según un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, de llevarse a cabo este programa, la respuesta, "que no tendría que ser idéntica", afectaría a la RDA. En este sentido indicó que la primera consecuencia sería un aumento de los objetivos militares en Occidente, lo que significa un aumento de las cabezas nucleares para incrementar el margen de ineficacia de la SDI. Esto supondría, también para la RDA, un aumento de los misiles nucleares a albergar en su territorio.
Los llamamientos a la alerta en defensa del socialismo son continuos. Ejército y policía son objeto de continua agitación ideológica. El enemigo de clase, Occidente, y en primera línea, la República Federal de Alemania (RFA), concentra todos sus esfuerzos en socavar las conquistas del nuevo sistema y trata de volver atrás la rueda de la historia. Este es el mensaje que se desprende de las publicaciones para militares, como el diario Volksarmee, con titulares del estilo de Con el Mig, un vuelo de éxito, derribar al enemigo en el primer ataque.
Por la autopista de Berlín Este a Dresde circulan diariamente los convoyes de tropas soviéticas, cuyo número exacto nadie en la RDA está dispuesto a decir. En la capital, la policía vigila las embajadas y, con redoblado celo, la representación permanente de la RFA, donde hace dos años un grupo de personas se refugió en un intento por obtener los permisos de emigración a Occidente que muchos esperan durante años. En ocasiones, la solicitud de emigración, considerada una traición al Estado socialista, trae consigo represalias en el centro de trabajo.
Por otra parte, en los últimos años se han endurecido las medidas para evitar contactos de la población con occidentales. El temor a que el enemigo de clase entable relaciones que minen la moral y la confianza de los pobladores del Estado socialista sigue siendo una obsesión, pese a los notorios y en parte brillantes avances en el nivel de vida logrados durante los últimos años.
Con especial satisfacción informaron el pasado año los medios de Berlín Este sobre un aluvión de solicitudes de permisos para regresar a la RDA de ex ciudadanos de la República que habían emigrado anteriormente a Occidente. Muchos de los emigrantes de la RDA llegan a Occidente convencidos de que en poco tiempo habrán realizado su sueño consumista y de bienestar, y quedan frustrados al comprobar las pocas posibilidades de empleo. Además, y aquí se nota uno de los efectos más profundos de la división, las nuevas generaciones de alemanes del Este están educadas para obedecer a cambio de ciertas seguridades. Sin preparación para hacer frente a la dura competencia en Occidente, muchos se ven alejados de sus familias en el Este para llevar una vida difícil y marginal en la RFA.
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