El hundimiento de las materias primas es una amenaza para la estabilidad de la economía mundial, según expertos internacionales
ENVIADO ESPECIAL La actual tendencia deflacionaria de los precios de las materias primas es una seria amenaza para la estabilidad de la economía mundial, se puso ayer de manifiesto en el simposio organizado en Davos (Suiza) por la EMF Foundation, que reúne a más de 600 políticos y empresarios de todo el mundo, entre ellos 40 ministros, básicamente de Comercio, de los cinco continentes.
El reciente fenómeno del desplome de los precios del petróleo, que acapara gran parte de las discusiones del simposio, ha venido a producirse tras varios años en los que los precios de gran parte de las materias primas producidas por los países en vías de desarrollo están en sus cotas más bajas, caso del cobre, cinco caucho, por no hablar del estaño. La situación podría estallar ahora a causa del petróleo. Muchos países productores de tales materias primas se verán obligados a reducir de forma drástica sus proyectos de desarrollo, dando cerrojazo a las importaciones. Gran parte de los mercados para los productos manufacturados occidentales se verá así afectada, con el resultado global de una contracción del comercio.
El viceprimer ministro de Malaisia, Musa Bin Hitam, puso el sábado en Davos el dedo en la llaga al señalar que "en los países pobres siempre nos preguntamos cómo es posible que los precios de las materias primas que vendemos sean cíclicos, mientras los productos industriales que compramos a las naciones ricas siempre están subiendo". A esta paradoja, los ilustres representantes del mundo desarrollado sólo encuentran respuestas evasivas. La polémica se planteó el sábado en torno a la siguiente disyuntiva: ¿es preciso llegar a acuerdos sobre precios de materias primas a nivel de Gobiernos para lograr su estabilidad, o hay que dejar que los precios fluctúen libremente de acuerdo con la oferta y la demanda?
Para el ministro de Economía de la República Federal de Alemania, Martin Bangemann, defensor a ultranza de la posición liberal, "nada se puede hacer en contra del mercado; los acuerdos sobre precios que van contra el mercado acaban fracasando, y ahí está el reciente caso del estaño. De nuevo el mercado ha impuesto su ley, a pesar de todos los acuerdos. Si a una situación deflacionaria se une la caída de la demanda, los precios caerán a pesar de todo".
Según Bangemann, un ejemplo definitivo de la distorsión originada por las políticas de acuerdos de precios lo constituye la realidad agrícola de la CE, "y ahí están las consecuencias, que naturalmente paga el contribuyente comunitario".
Intercambios comerciales
La solución para el ministro alemán está en dejar en total libertad los intercambios comerciales entre países desarrollados y en vías de desarrollo, activando las fuerzas del mercado.El ministro mexicano de Comercio, Héctor Hernández, envió a su colega alemán de Economía la siguiente andanada: "Son necesarios cambios estructurales, sí, pero acuerdos sobre precios son también las tasas de interés que gravan la deuda externa y los tipos de cambio, no sólo los de materias primas". "Pretender que el mercado fije sólo los precios de las materias primas es algo demasiado optimista", argumentó, por su parte, el viceprimer ministro malayo. "Somos prácticamente los únicos productores de caucho del mundo, y, sin embargo, los precios siguen bajando".
Clayton Yeutter, representante para el Comercio de Estados Unidos, echó mano del remedio de la aspirina para curar el cáncer: "El gran objetivo ahora mismo de países como México debe ser ganar tiempo, hasta que la puesta en práctica del plan Baker signifique el alivio para su situación financiera que todos esperamos".
Para Yeuter, los precios de las materias primas sólo podrán recuperarse si el comercio mundial también lo hace, mediante el aumento de la demanda, para lo que es fundamental volver a tasas de crecimiento económico aceptables. La responsabilidad de los países ricos está, según Bangemann, en abrir sus mercados a los países en desarrollo.
Jacques Delors, presidente de la comisión de las Comunidades Europeas, tiene todas sus esperanzas puestas en la próxima cumbre de Tokio de los siete países más industrializados del mundo, para que den "signos precisos de esperanza" a los países pobres.
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