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Una campaña a la americana

La campaña electoral del candidato del centro-derecha al palacio de Belem, Diogo Freitas do Amaral, está espectacularmente trazada con el propósito de presentar una candidatura joven y moderna. Más que la idea se vende alegría, fiesta y color.Caravanas con decenas y decenas de vehículos ocupados por jóvenes siguen el coche en el que Freitas ha recorrido Portugal de Norte a Sur y de Este a Oeste. Banderas del democristiano Centro Democrático Social y del Partido Social Demócrata, altavoces, canciones y consignas pretenden crear una atmósfera hipnótica que absorba los votos de quienes asisten al espectáculo. Se ve que hay dinero.

La puesta en escena de la campaña es típicamente norteamericana. La iconografla de las banderas, la música, los adolescentes con sus sombreros de canotier blancos recuerdan las imágenes tantas veces vistas de los campañas electorales en EE UU.

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El martes por la tarde, Freitas recorrió la zona norte del gran Lisboa, un área con fuerte implantación comunista. La fila de vehículos no es muy nutrida al principio, pero sí enormemente ruidosa.

El coche del candidato se detiene en Oeiras y, sin bajar de él, Freitas se dirige, altavoz en mano, a los dos o tres centenares de concurrentes, la mayoría jóvenes sin edad para votar y gente que viaja en la caravana. Su microdiscurso, apenas audible, es bullangueramente coreado por la claque que le sigue.

Después se escapa del grupo para grabar en un estudio privado el último mensaje electoral para la televisión, a emitir mañana. Traje y corbata azules oscuros, camisa celeste. "Portugueses, amigos míos: el mensaje que dirigí a los portugueses durante la campaña electoral despertó por todo el país una adhesión y un entusiasmo que sorprendieron a mucha gente" comienza. Casi una hora para grabar tres minutos.

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A la salida de los estudios, la caravana ha crecido increíblemente. Unos 150, quizá 200 vehículos. Anochece, y la entrada en Sintra es un espectáculo. Las monumentales chimeneas fusiformes del palacio se recortan contra el sol poniente al tiempo que la caravana, luces encendidas y cláxones sonando, desciende la pronunciada y llena de curvas entrada en la ciudad. Alocución a los concurrentes, entre ellos un colegio de niños que enarbolan las banderas con el "Adelante, Portugal; Freitas do Amaral 86".

A la salida de Sintra, un altavoz pide: "¡Vota Freitas!",- y un obrero responde agriamente: .¡Vota mierda.'".

En Cacem, a nueve kilómetros de Lisboa, se repite la escena: "Ni a derecha, ni a izquierda, ni hacia atrás; adelante siempre", grita Freitas, rodeado de su ruidosa cohorte. Un escolar de esta localidad obrera transmite lo que probablemente es algo oído en casa: "¡Freitas do Amaral es un cabrón!".

Más adelante, en Belas, la gente abuchea a la caravana, que no se detiene. Un obrero, ante la puerta de un bar: "¡A trabajar, vagos!". Una mujer ondea, desafiante, la bandera de la hoz y el martillo.

En Amadora, ciudad hegemonizada por los comunistas, el mitin apela a crear trabajo, a acabar con la emigración, a dar oportunidades a la juventud. Entusiasmo entre la nutrida asistencia concentrada en un jardín y mayoritariamente constituida por gente de la caravana. Se canta el himno nacional, que se funde con el de la campaña, mientras ondean decenas de banderas con los colores naranja, azul y blanco.

Gritos de "¡Freitas, amigo, Portugal está contigo!", fórmula acuñada por la izquierda, en tiempos que ya parecen lejanos, para apoyar a otras figuras. La ciudad es ajena a la barahúnda conservadora, calificada de fascistada por un amadorense.

La traca final, el cierre de la jornada, se hace en Lourés, feudo comunista. Tamborrada que recuerda a Calanda. Líderes democristianos y socialdemócratas que garantizan el apoyo total a Freitas. También cantantes. Autocares llenos de colegiales. Cientos de turismos. Gritos de . ¡Victoria, victoría.'". Un hombre advierte al periodista: "Tenga cuidado, que hay una manifestación de derecha".

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