Los sefardíes, una comunidad influyente en la vida política e intelectual
Cuando Isaac Navon fue designado presidente en 1978, esa decisión del Parlamento israelí (Kneset), arrojó una imagen algo distorsionada sobre el papel que los judíos de origen español, o sefardíes, cumplen en la vida política del país, y a la vez dejó en la sombra o presentó bajo una luz ligeramente deformada otros aspectos de su participación en la sociedad. Eso se debe en gran parte a la complejidad de la historia judía y a la presencia de sus diversas diásporas (dispersiones) en Israel, pues, hablando estrictamente, solamente son judeoespañoles o sefardíes (por el nombre de España en la Biblia: Sefarad) los descendientes de judíos que fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492 y conservaron su viejo castellano, llamado ladino o judeoespañol. La mayoría de ellos permaneció agrupada en los Balcanes, Turquía y Siria. Algunos centenares de familias emigraron al territorio en que hoy se asienta Israel. Después de la II Guerra Mundial y de la creación del Estado, la emigración fue ya masiva.Los descendientes de aquellas primeras familias forman una especie de aristocracia, más del espíritu que del dinero, en la que aparecen los Navon y los Eleazar. El segundo grupo está constituido por más de 100.000 personas (recuérdese que el Estado de Israel sólo tiene cuatro millones de habitantes), en su mayor parte modestas y sin relieve público, aunque de ellas ha surgido Víctor Sheintov -de origen búlgaro-, ex secretario federal del Partido Socialdemócrata Mapam y actualmente diputado al Parlamento.
Como se ve, el papel político de los sefardíes es limitado, aunque muchos -tanto del primer grupo como del segundo- se hayan destacado en otros aspectos: el periodismo, la Academia, la vida intelectual o la canción popular, desde Moshe Shaul, cuya revista en judeoespañol, Aki Jerusalen, acaba de recibir un premio en España, hasta el cantante loram Gaori.
A los anteriores, sin embargo, hay que agregar otro tipo de sefardíes: los que se radicaron en Marruecos, Casablanca, Melilla, Tetuán, los que se convirtieron en españoles modernos y los que se asentaron en Italia y en otros países europeos o emigraron de Turquía, Siria y los Balcanes a América Latina, y conservaron su identidad. También en este caso pueden distinguirse dos grupos: los que llegaron a Israel hace generaciones y los inmigrantes recientes.
Poder financiero
Y, en este caso, si no se puede hablar de poder político directo, hay otro tipo de poder, con influencia política indirecta: el financiero, representado, por ejemplo, por la familia Recanati, que controla el banco Discount, el tercero de Israel y uno de los 200 mayores del mundo, o por el banquero Nisin Gaon, cuyos apoyos a tendencias políticas israelíes no son precisamente secretos.Finalmente hay que tener en cuenta otros dos hechos: los casi 100.000 miembros de la comunidad latinoamericana, muchos de origen efectivamente sefardí, los más de origen europeo oriental (rusos, polacos, ucranianos, lituanos), pero considerados algo así como neosefardíes. Y las relaciones que los sefardíes cuyas raíces están en el mundo islámico tienen con los judíos procedentes de ese vasto orbe, aunque nada tengan éstos que ver con España: costumbres comunes, conocimiento del árabe, una forma similar de pronunciar la lengua hebrea les dan cierta identidad.
En conjunto, estos últimos, llamados orientales y también a veces sefardíes, constituyen más de la mitad de la población y su peso político es creciente, formando la base de los votantes del Likud. Entre ellos se destacan, aunque no son los únicos, el viceprimer núnistro David Levi, la diputada ultranacionalista Gueula Cohen y el secretario general de la central sindical (Histadrut), Israel Keissar. Hablando sin tapujos, una de las causas por las cuales Navon llegó a la presidencia fue la preocupación del laborismo por influir sobre esa masa de votantes.
El encanto sobre Israel de la actual Sefarad no se expresa sólo en las canciones de Joan Manuel Serrat, que se escuchan por la radio en hebreo.
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