_
_
_
_
Reportaje:EL 'CASO ZABALTZA'

La gente de Mikel

Compañeros, paisanos, familiares y amigos de Zabaltza niegan toda relación del joven con ETA

Cuando José Luis Molinat llegó de párroco a Orbaiceta, hace 14 años, tenía un monaguillo majo y atento, hijo mayor de una larga familia de nueve hermanos. La familia vivía a cinco kilómetros de la iglesia, en la antigua fábrica de armas, y le puso a la vivienda el diminutivo vasco de la flor: Casa Loretxo.El monaguillo, un mozo de 18 años, se llamaba Mikel, Mikel Zabaltza, y era pastor, como toda su familia. Había dejado la escuela cuatro años antes y ahora andaba todo el día con el ganado, jugando con el Pirineo de un lado a otro, midiendo sus faldas centímetro a centímetro con el trabajo diario, porque tenía unos primos carnales junto a Saint Jean Pied de Port y porque él no pensaba que su conocimiento de las cañadas y de los valles, su identificación con los accidentes geográficos del monte pudiera un día volverse tan en su contra como para convertirse en una factura que le pasara la muerte.

Una fáctura -se lamentan sus compañeros- presta a ser firmada por quienes pretenden llegar a conclusiones, por ejemplo, porque un coche pase reiteradamente la frontera, sin pararse a considerar si la distancia entre San Sebastián y la casa de los padres es más corta por el lado de allá del Pirineo o si en el automóvil no va un mugalari, sino un compañero de trabajo del dueño, a quien éste se lo presta habitualmente para que lleve a su hijo al dentista a Anglet.

El cura recuerda a Mikel con afecto y dice que "era servicial, muy atento. Era, en definitiva, un buen hombre". Había nacido en Navarra, en Orbaiceta, y jamás perdió el amor por ese grupo de casas ligeramente inclinado sobre la carretera que va a Roncesvalles, a 60 kilómetros de Pamplona, y que, con sus ahora 291 habitantes, como recalca el alcalde, constituye el mayor ayuntamiento del valle de Aezkoa.

El pueblo del que ya Mikel no saldrá nunca vive de la patata y de la ganadería y, según su alcalde, Jesús María Goikoa, de 26 años, tiene un alto número de jubilados, 65 o 70, hasta el punto de que los más de dos millones de peseta: que llegan allí todos los meses, en concepto de pensiones de la Seguridad Social, son una de las fuentes de ingresos más importantes de la localidad.

En la misma época en que Mikel Zabaltza se convertía en el primer monaguillo que tuvo en Orbaiceta el párroco Molinat, su primo y últimamente compañero de trabajo, Alejandro Zabaltza, le acompañaba alguna vez de fiesta por los pueblos, de baile a Burguete. El pastor del monte Aizpegui no era muy hablador, pero sí aficionado a la juerga cuando había que meterse en ella. ¿Y de chicas? Dice su primo que, por entonces, "Mikel, de chicas, pues normal". ¿Y qué quiere decir eso? "Pues normal, ya me entiendes".

Familia de maestros

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Pasaron los años. Los otros hijos de la familia Zabaltza fueron estudiando, "porque, ¿sabe?, él siempre trabajó para sus hermanos". Y Miguel Zabaltza, un hombre menudo de ojos brillantes, enfundado en una gabardina clara sobre la que lleva un brazalete de luto, va enumerando lo que hacen los ocho hijos que le quedan: una es maestra en Barañain, un barrio de Pamplona; otra, de 21 años, está casada en Aoiz, y también es maestra, aunque no ejerce; otra está en la Universidad, haciendo ingeniería técnica industrial; otra más es maestra, y está casada con el maestro de Saldia; otro trabaja en la Caja Rural de Arive.

En casa quedan aún dos chicos y una chica. "Él siempre trabajó para sus hermanos, y ellos le tenían como un padre", dice Miguel Zabaltza, mientras espera junto a la iglesia el cuerpo de su hijo mayor.

Si Mikel no hubiera trabajado para sus hermanos, quizá no hubiera habido en la casa para tanto magisterio. "Mire, yo soy jubilado, pero antes andaba con el ganado en el campo y labrando la tierra, era agricultor y ganadero pero de poca monta, porque en estas montañas hay unos barrancos y unos sitios que no dan para mucho más", dice el padre.

Por eso, cuando salieron unos contratos temporales de la Diputación Foral para realizar en verano tareas de limpieza de montes y de bomberos, el mayor de los Zabaltza se apuntó, y estuvo por la zona de Lesaka. Y después, cuando tenía alrededor de 27 años, encontró un trabajo estable, como conductor de la Compañía del Tranvía, de San Sebastián. Cinco años después, el pasado 15 de diciembre, su cadáver esposado llevaba el pantalón del uniforme cuando, según la Guardia Civil, fue encontrado flotando en el río Bidasoa. Hallazgo a modo de macabra respuesta a las paredes de Pamplona, donde decenas de manos habían escrito: MikeI non dago? (¿Dónde está Mikel?).

En Guipúzcoa no le iban mal las cosas. Y Mikel dejó de estar de patrona en Bidebieta-La Paz y se compré un piso de protección oficial, tres habitaciones y salón comedor, en la calle Bertsolari Txirrita, en Alza, cerca de su trabajo. Le encantaba pasar horas en él, colocando planchas de tarima, viendo cómo iba a ponerlo, los tabiques que iba a tirar, los tresillos que le había tapizado su compañero José María Valle.

Orbaiceta

Cuando éste se acercaba, Mikel le recibía con un "¿Qué pasa, míster?", y luego le hablaba del valle de Aezkoa, de Orbaiceta, de cuándo podría cambiar un turno, porque tenía ganas de ir a su pueblo, que estaba en una zona muy bonita, llena de bosques, muy buena para hacer camping. Valle le preguntaba si se iba a casar ya con Idoia, llevaban cuatro años y estaban muy unidos, y él decía que todavía no tenía acabado el piso, que lo iba arreglando poco a poco.

No iba mucho de potes. "Cuando se colocó en el barrio", cuenta Mariano Lopetegui, también compañero suyo y cuñado de su novia, "alguna vez jugábamos al tute subastado frente a la clínica del Pilar. últimamente, algun vinito echábamos, después del trabajo, pero luego se iba para casa, porque lo que más ilusión le hacía era acabar la obra del piso. Por eso le gustaba más el último horario, de tres a doce, porque así por la mañana se quedaba haciendo chapuzas en casa, pintaba, empapelaba".

Y, en cuanto podía, cogía el coche y se iba a Orbaiceta, a ver a la familia, a la fiesta de algún pueblo, a jugar un campeonato de mus, de pareja con su hermano Íñigo, como le recuerda el alcalde. "Cuando íbamos de fiesta, además, preparaba unas buenas sopas de ajo y cordero asado, en lo que era especialista. Era un buen cocinero", cuenta su primo Alejandro. Y tenía, desde hace tiempo, una ilusión: conocer La Rioja, adonde le había invitado otro conductor de la Compañía del Tranvía, Domingo Reinares, justamente el fin de semana del día 29, excursión truncada por la detención de MikeI.

Ninguno de sus compañeros le oyó jamás hablar de política. Nadie de quienes trabajaron con él, de quienes le conocieron en el pueblo, de los miembros de su familia, cree que tuviera una relación ni remota con ETA. Para empezar, en la Compañía del Tranvía de San Sebastián estaba afiliado al sindicato ELA, próximo al Partido Nacionalista Vasco, cuyo presidente, Jesús Insausti, asistió a su funeral. Algunos de sus amigos comentaron que en la pasada campaña electoral llegó a pegar carteles del PNV por los pueblos, con un hermano suyo. Por eso Mariano Lopetegui entiende a la madre de Mikel, Garbiñe Gárate, cuando dice: "32 años de una vida como la de este chico y que le maten como a un perro".

Lopetegui fue el último que vio a Mikel en las cocheras de los autobuses, la noche del 25 de noviembre. "Salió a las nueve y veinte, cuando yo llegaba. Le dije que íbamos a tomar un pote y me contestó: 'No, que tengo sueño'. Otro compañero nuestro me dijo después que, a las diez menos veinticinco, subió con él en el ascensor de su casa. A las dos y media de la madrugada del día 26 se presentaron a detenerle". Y añade: "Que digan ahora que el coche de Mikel pasaba mucho la frontera. Ese coche lo he llevado yo más de 20 veces a Francia para ir con mi chaval al dentista, porque tenía carta verde, y, además, cuando él venía a su pueblo lo hacía muchas veces por el otro lado de la frontera, porque el camino es más corto que por Pamplona".

Mikel ha tenido una escolta amplia y uniformada para bajar, por última vez, la cuesta que une la iglesia de Orbaiceta con el cementerio. La práctica totalidad de la plantilla de la Compañía del Tranvía de San Sebastián ha llegado en dos autocares, directivos e inspectores incluídos. Alguno ha dejado sus vacaciones en Cádiz, que había iniciado dos días antes, para despedirle. Todos han decidido acudir de uniforme, porque, como explica Edurne Agirretxe, la única mujer que conduce un autobús de la empresa, es un homenaje de los trabajadores, de sus compañeros.

"No hay crimen perfecto", dice Edurne, dolorida e indignada. "Era un jatorra, qué te voy a decir. Tenía un trato correctísimo y era una persona de diálogo constructivo. No hablaba de chorradas. Para mí, Mikel será siempre un símbolo de identificación vasca, nacional. Son muchas cosas. Y que nadie le relacione con ETA, ni nada de eso. A él le gustaba mucho hablar euskera desde crío. Siempre saludaba con un Kaixo! al entrar en la cochera. Pero lo demás..."

Telesforo Martín, un inspector de la compañía, jefe de Mikel Zabaltza, dice que éste era "más bien callado, muy tranquilo, de trato muy agradable y siempre dispuesto a cambiar un turno a un compañero, a hacer un favor. Como empleado era muy bueno, y prueba de ello es que la empresa ha apoyado absolutamente todas nuestras acciones en protesta por su desaparición y muerte. El día que hicimos una de las huelgas, la empresa nos cedió un autobús para que fuéramos al pleno del Ayuntamiento.

Idoia, su novia

"Desde luego", sigue el inspector, "si dicen que estaba metido en algo que me expliquen de dónde sacaba el tiempo. Este verano, por ejemplo, estuvo saliendo de trabajar a las doce y pico de la noche, y por la mañana le veíamos paseando con una cuñada suya. El tiempo se lo habrá sacado el ministro del Interior de la manga".

Desde que salió de las manos de la Guardia Civil, Idoia Aierbe, vinculada durante un tiempo a las Gestoras Pro Amnistía, no duerme. Cuentan sus hermanas que el médico le ha recetado pastillas para descansar, pero que no logra ni cerrar los ojos si no hay luz encendida, si no hay gente junto a ella. Cuando se le pregunta por su novio sólo logra decir que "era muy solidario con la gente", que "ayudaba desinteresadamente a todo el mundo" y que, por favor, no se le hagan más preguntas.

"La prueba de que Mikel no era de ETA es que las otras cinco personas a las que detuvieron con él han sido puestas en libertad", dice Maritxu Aierbe. "Sin cargos, sin fianza", añade Ana, otra hermana.

"No nos creemos la versión oficial de la muerte de Mikel, pero si todo esto sirviera, al menos, para que desapareciera la Ley Antiterrorista... Aunque, desgraciadamente, no creemos que éste vaya a ser el último caso".

Se cruzan preguntas unas a otras. ¿Cuándo se ahogó Mikel? ¿Dónde? Y hablan al aire: "Teniendo la verdad, nos sentimos impotentes. Las torturas existen. Mikel era un hombre de paz". Idoia le vio en el cuartel de Intxaurrondo, con una bolsa de plástico en la cabeza. Le oyeron quejarse. La versión oficial niega que alguno de los detenidos pudiera verle, pero su novia describió con toda exactitud la ropa que llevaba puesta, la misma ropa con la que luego apareció el cadáver. Ha ido también al entierro Jon Arretxe, otro de los detenidos, quien afirma que le sumergieron la cabeza cinco veces en una corriente de agua. Tendría que ser el río, piensan todos. ¿Cuándo se ahogó Mikel? ¿Dónde? Su madre tiene muchas sospechas y una certeza: "La Guardia Civil me lo llevó vivo y me lo devolvió muerto".

Un pueblo tranquilo

Orbaiceta era un pueblo tranquilo. El cuartel de la Guardia Civil que había hasta el año pasado lo trasladaron a Arive, a seis kilómetros. "El pueblo era tranquilo", dice el alcalde, "pero quedará marcado durante mucho tiempo, y aquí no se cree nadie ni la versión oficial de la muerte de Mikel Zabaltza ni su presunta relación con ETA. Para darse cuenta de hasta qué punto la juventud de este pueblo es apolítica puedo decir que yo tengo 26 años y que las primeras manifestaciones a las que he asistido en mi vida son éstas, por la muerte de Mikel. Yo hasta ahora no me había dado cuenta de lo que es la Ley Antiterrorista".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_