Biografías
Un reciente fenómeno literario europeo, todavía incipiente en España, es la masiva publicación de biografías. Las ventas de estos libros -que cuentan la vida de Voltaire, Strindberg o Celine- igualan ya en Francia a las cifras de las novelas policíacas.Posiblemente, a través de todos los subterfugios de la imaginación y el consumo, no hayamos pretendido comprar otra cosa en nuestra vida que otra vida. Una vida que se pareciera tanto a la nuestra como para sentirnos ensalzados con su edición o una vida que difiriera tan tormentosamente como para recobrar la satisfacción de no estar en ella.
Así como el individuo no hace sino buscarse continuamente en los objetos y rincones de los demás, el lector no hace otra cosa que buscarse a través de la escritura. ¿Qué sentido tendría, de otra parte, existiendo otras opciones menos fatigosas, la experiencia de leer un libro?
Todo libro, como mercancía, por el mero hecho de exponerse a la mirada, deduce una porción de culpa del lector. Éste es su cebo. A diferencia de cualquier otro objeto, esa cosa que es un libro no se satisface con la prueba del tacto o la mirada. El diseño de un libro no tiene otra prueba que la lenta palpación de la lectura. Pide, por tanto, más que un cuadro o una lámpara de sobremesa. Solicita más tiempo que un disco o un perfume. Su demanda es mayor y, a diferencia de lo que ocurre con ese tresillo o ese salchichón que no compramos, el libro que se ha visto y no se lee deja una mancha delictiva. O más: toda lectura a la que se renuncia conlleva un acto criminal. Es posible ser inocente despreciando casi cualquier objeto, excepto si se trata de un libro. El lector, y cuanto más lector, más, mantiene una relación de esclavitud con esta obra. Ninguna escritura está terminada hasta que no llega la decisiva corrección del que la lee. Es así como existe, y su existencia es, por lo tanto, una intromisión en la propia vida. Cerrado, aparentemente ahíto, el libro es un seductor. Pero a la vez su menesterosidad es tan extrema que la vocea. Reclama la vida del lector como su misma vida. Y, por lo mismo, todo libro leído -o no- es biografía.
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