El Madrid saldó su cuenta con el Estudiantes
Incluso las derrotas del Estudiantes acostumbraban a ser espectaculares porque lo peor de su juego tiene un punto vistoso y hasta dramático. Sin embargo, no fue así ayer, día en el que perdió tristemente en un segundo tiempo malo, pero algo apático también. El Real Madrid usó del dominio de Romay, del marcaje de Townes a Russell y de las consignas de Iturriaga -una vez más, máximo anotador de su equipo- para zanjar el asunto en la segunda parte, período en el que el Estudiantes sólo anotó 24 tantos, a un promedio de un punto por minuto durante un tránsito largo del juego.Sin embargo, todo hacía indicar algo distinto a la vista de un pabellón lleno, de una Demencia vestida de gala y de un extraordinario tapón de Montes a Robinson como aperitivo. El primer tiempo, siempre con ventaja madridista, era igualado, rápido y hasta vibrante, si bien Russell no aparecía en escena -falló sus seis primeros lanzamientos- Pero, en un momento dado, pudo observarse la dependencia que el Estudiantes sufre respecto de Vicente Gil. El base, en algunas acciones a ciegas, contribuyó a varios errores seguidos, por lo que el equipo comenzó a perder ritmo. A pesar de llegar al descanso con 36-45, una reacción de Russell en los primeros minutos de la reanudación puso el marcador en 40-45. El público se frotaba las manos.
Pero la verdad es que el partido se acabó justamente ahí. Coordinada la defensa madridista, impuesto Romay en la zona -es de destacar que acabó con sólo dos personales-, el Estudiantes no encontró la posición. Tampoco la buscó y pecó de un exceso de tiros sin cuento que alimentaron la actuación reboteadora de Romay. Lo peor fue que el Estudiantes asumió pronto su derrota y no forzó esa espectacularidad que tiene hasta para el fallo, cuando intenta lo imposible, rueda por el suelo, rompe la defensa contraria a topetazos, viaja por el aire, corta por lo sano o corre sin freno. Tan tradicional dramatismo se convirtió ayer en acto de sosería, limitados sus jugadores a tiros de imposible rebote. La Demencia cantaba para mantener el fuego sagrado, pero ni por esas. Y, así, Iturriaga, en acto vengador, marcaba con el tiempo concluido dos tiros libres para redondear la victoria madridista.
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