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Sin confirmar en Italia la presencia de Licio Gelli, jefe de la logia masónica P-2

Juan Arias

Nadie pudo confirmar ayer en Roma la supuesta presencia de Licio Gelli en Italia. Los periódicos habían formulado varias hipótesis: desde que estaba en Madrid a que le habían hospitalizado en una clínica romana. Pero la noticia fue desmentida tanto por uno de sus abogados, Favio Dean, como por su esposa y su hija. También la democristiana Tina Anselini, la presidenta de la comisión parlamentaria que ha indagado sobre la P-2, la logia secreta creada por el venerable maestro Gelli, respondió: "Por ahora sólo he sabido por los periódicos que Gelli podría haber entrado en Italia".

Sin embargo, la noticia no provocó sorpresa. Desde hace ya un año, Gelli había manifestado la intención de entregarse a la justicia italiana. Sobre todo, porque una nueva ley recién aprobada le favorece, al haber superado los 65 años de edad (tiene casi 67) y estar enfermo. Dadas estas circunstancias, los jueces podrían concederle la libertad provisional.Gelli, que se había denominado a sí mismo "el gran confesor de Italia", es un hombre de una personalidad muy ambigua. Ha sido desde torturador de partisanos en la Segunda Guerra Mundial hasta espía al servicio de los países del Este. El hombre poderoso ante el que -como confirmó Giulio Andreotti, ministro de Asuntos Exteriores- "se había arrodillado hasta Perón" se encuentra hoy avejentado, enfermo del corazón y derrotado.

Pero, aun así, hay quien, a pesar de todo, preferiría que se quedara lejos de Italia, especialmente ahora que el Gobierno de Uruguay en vía al Parlamento los grandes cajones con su archivo secreto. Gelli infunde todavía miedo a muchos políticos. Un director de banco confiaba a este corresponsal hace ya tiempo: "Gelli sigue fugitivo sólo porque a nadie le interesa descubrirlo". Gelli tuvo la habilidad de implicar a casi todas las fuerzas políticas de Italia: desde los democristianos hasta los comunistas; a unos, regalándoles dinero, y a otros, prestándoselo, pero, al final, salpicando a todos.

Un Gelli arrepentido podría hacer temblar a no pocos. Un Gelli en Italia entregado obligaría a recomponer la comisión parlamentaria sobre la logia masónica P-2. Podría encerrarse en un mutismo útil a muchos, pero podría también, por gusto personal o manejado por otros, destaparse y escupir muchas verdades, aún escondidas, o incluso medias verdades.

Se le acusa de casi todo. Han pedido su captura tres magistraturas. Entre las acusaciones más importantes figuran las de asociación para delinquir, espionaje político-militar, corrupción y chantaje, sin contar las sospechas de que haya participado en muchos de los hechos criminales que han ensangrentado este país en los años oscuros del terrorismo.

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