El crímen y la negociación
EL ATENTADO perpetrado en el barrio donostiarra de La Paz, que ha segado la vida de dos jóvenes marineros enrolados en el servicio militar obligatorio, lleva las marcas indelebles de ETA. Las especulaciones en tomo a la existencia de una tregua pactada entre los terroristas y el Gobierno, consecuencia lateral de unas negociaciones secretas hipotéticamente en curso, han quedado tristemente desmentidas por los hechos. Como en otras ocasiones, los intentos de descubrir racionalidad y sentido en las acciones o en los silencios de las bandas armadas tropiezan con la imprevisibilidad de una dinámica enloquecida. La alevosía de la emboscada, la gratuidad del crimen, la ciega obstinación en proseguir una sangrienta estrategia desestabilizadora y el brutal sacrificio de víctimas inocentes en aras de un proyecto político imposible han caracterizado la reciente historia de un grupúsculo armado que nació para conseguir la independencia del País Vasco y que perdió cualquier oportunidad legitimadora con el restablecimiento de la democracia en España y la aprobación del Estatuto de Guernica.La oferta de reinserción social a los etarras que renuncien a las armas y acaten la legalidad democrática, iniciativa valientemente asumida por el ministro Rosón y los dirigentes de Euskadiko Ezkerra en la anterior legislatura y proseguida ahora por el Gobierno de González, permite incluso una salida individual digna a quienes -por idealismo adolescente o por patriotismo visceral- caminaron en su día por la equivocada senda de la violencia. Con la consolidación de la democracia bajo el mandato socialista, el afianzamiento de las instituciones de autogobierno y la integración de España en la Comunidad Europea ha desaparecido cualquier perspectiva de, esa Euskadi independiente de España y de Francia con la que soñaron los ideólogos de ETA. La insistencia de Herri Batasuna en que la llamada alternativa KAS -un catálago incoherente de reivindicaciones improvisadamente redactado en los lejanos comienzos de la transición democrática- constituya la base de un posible acuerdo con los terroristas priva de fiabilidad y de viabilidad a esa propuesta de pacificación, incompatible, por lo demás, con los paradójicos intentos de apoyarla con nuevas muertes. Porque asesinatos como de los que fueron víctimas ayer el cabo Rafael Melchor y el marinero José María Ibarzábal (pariente de Eugenio Ibarzábal, portavoz del Gobierno vasco), lejos de forzar al Estado a ponerse de rodillas, sólo pueden contribuir a difundir todavía más el desprecio popular y la repugnancia social hacia quienes continúan derramando sangre inocente con el único objetivo de mejorar los términos de un trato.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.