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Reportaje:CAMBIOS EN EL MERCADO LABORAL

¿Experiencias filantrópicas?

Las corporaciones empiezan a crear puestos de trabajo periféricos

v. v. Mediante lo que se ha venido Hamando un fenómeno de remolque, un número creciente de grandes empresas en Europa y Estados, Unidos utilizan su potencia industrial para crear empleos periféricos.

Hasta hace poco tiempo eran sobie todo las grandes compañías de EE UU las que se dedicaban a estas actividades filantrópicas, puesto que en Europa las asumía ampliamente el Estado. En el Reino Unido, por ejemplo, las empresas no dedican más que un 0,1 % de sus beneficios antes de impuestos a actividades de interés colectivo, mientras que en EE UU son corrientes las dedicaciones del 2% y 5%. Desde 1980, sin embargo, un progresivo número de empresas europeas dedica fondos y personal a proyectos de creación de empleo.

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Con frecuencia, los especialistas americanos declaran que los programas de creación de empleo a cargo del Estado son caros y poco eficaces. Paralelamente, en el Reino Unido, los directores de la Metal Box y de la Thoinson Organisation estiman en unas 800.000 pesetas el coste de cada uno del millar de empleos que han suscitado en el sur de Gales desde hace tres años. Suma incomparablemente menor a la media nacional británica, que, según el Ministerio de Industria, es de 7.000.000 de pesetas por cada puesto nuevo.

Actualmente, unas doscientas grandes empresas europeas se ocupan en proyectos de creación de empleo. No son muchas, ciertamente, y visto el balance de sus logros es difícil ser entusiasta. Todas las iniciativas de esas grandes empresas no han creado hasta el momento más allá de 100.000 empleos en toda Europa occidental. Cifra insignificante si se tiene en cuenta que entre 1982 y 1983, por ejemplo, la destrucción de puestos de trabajo afectó en Europa a más de un millón de personas.

Una tesis relativamente extendida, sin embargo, sostiene que la principal ventaja de las operaciones de remolque realizadas por las grandes compañías ha residido no tanto en el número de empleos creados sino en lo que ha supuesto en cuanto a disminución de las aprensiones que frenaban las innovaciones técnicas.

A la profunda crisis de actividad en los últimos años se ha sumado además la gran capacidad de las nuevas tecnologías para sustituir mano de obra. En una fábrica de piezas para robots, el grupo japonés Fanuc emplea hoy 60 personas para hacer un trabajo que ocuparía a 1.000 con las técnicas de producción clásicas.

En Stuttgart, la Standard Elektrik Lorenz, principal filial alemana de la sociedad ITT Europa, realiza en 68 horas persona trabajos que en 1980 exigían 100 horas-persona. Más áun: en el futuro, numerosas empresas industriales necesitarán adoptar medidas brutales de reconversión para recuperar su retraso técnico.

El número de parados inscritos en los países europeos de la OCDE será de 20 millones a principios de 1986, frente a 18 millones un año y medio antes, y no existe en Europa, como en Estados Unidos, un sector servicios tan expansivo como para absorber los ríos de mano de obra que seguirán desplazando las fábricas. En la actuafidad aparecen cada año en el país norteamericano alrededor de 800.000 nuevas empresas, en su gran mayoría de servicios, que contrarrestan la destrucción de puestos de trabajo. Para hacerse cargo de lo que eso supone basta considerar que hace 30 años el número de empresas que emergía en ese país no era superior a las 50.000 por año.

Formas diversas

Los métodos de empleo por remolque se presentan en formas muy diversas. En EE UU, por ejemplo, son corrientes las asociaciones formadas por servicios públicos y empresas privadas para atender, por ejemplo, servicios urbanos. Las grandes sociedades emplean también fondos ofrecidos a bajo interés para el lanzamiento de empresas a las que traspasan, en ocasiones, sus propios cuadros profesionales excedentarios, les ceden locales y les procuran ayudas en la comercialización.

Un buen número de corporaciones, como General Electric, Avon, Saint Gobain, British Steel Corporation, Levi Strauss, etcétera, siguen con diferentes combinaciones esta clase de política, que con alguna frecuencia se destina a recuperar puestos de trabajo para los obreros propios, afectados por la reestructuración. En ciertos supuestos, sin embargo, algunas sociedades, como Saint Gobain Developpement, sociedad filial para la creación de em pleo del amplio grupo que com: prende desde el vidrio a la mecánica, y con previsiones de lograr unos 3.000 nuevos puestos de trabajo al año, ha renunciado a ofrecer en exclusiva estas oportunidades a sus antiguos empleados, víctimas de una reducción de plantilla que ha seguido un ritmo del 3% en los últimos años.

Bajo la condición de que el jefe de empresa consiga mantener los nuevos puestos durante un mínimo de cinco años, Saint Gobain está dispuesta a adelantar dinero no importa para qué actividad y a qué grupo.

Por su parte, Elf Aquitaine (petróleo y gas) concede "préstamos de innovación", hasta un máximo del 50% de la inversión, a aquellas nuevas empresas de tecnología punta que se instalen en las cercanías de su complejo de producción de gas natural en Lacq, cerca de los Pirineos.

Que sean las sociedades industriales, antes que los bancos, quienes se comprometan en estos préstamos puede llamar la atención, pero, como ya había observado M. Birch, profesor del MIT, en un importante estudio que publicó en 1979, los bancos dudan mucho a la hora de financiar nuevas empresas.

Las empresas nacientes no tienen gran cosa para merecer la confianza de los bancos, sin contar con que los banqueros -dice Birch- raramente se encuentran lo suficientemente cualificados para juzgar sobre un nuevo proyecto cuando está relacionado con técnicas nuevas. No quiere decir esto, en lo que se refiere a Estados Unidos sobre todo, que los bancos no participen también, y ampliamente, en el sistema de capital venture (capital riesgo). Por descontado, además, una solución para los bancos medrosos es asociarse con empresas fuertes.

Así, en Múnich se ha constituido un fondo común de capital riesgo de 7.000 mifiones de pesetas, en el que participa el grupo de bancos de negocios Matuschka y una docena de sociedades industriales tales como Volkswagen, Daimler-Benz y Mannesmann. Este fondo, llamado Techno-Venture Management, está destinado a estimular el lanzamiento de técnicas de primera línea en lo qué constituye actualmente el equivalente bávaro de Silicon Valley.

Las inversiones de capital-riesgo suelen ser, de otra parte, mucho más rentables de lo que sugiere el nombre. Un reciente estudio sobre las operaciones norteamericanas de este género a lo largo de casi los últimos 20 años registraba estos resultados: de la investigación sobre 218 casos de inversión diferente, el 40% había fracasado, un 50% mantenía más o menos equilibradas sus cuentas y un 6,3% obtenía beneficios modestos.

Sin embargo, las empresas restantes, es decir, el 3,2%, fueron una mina de oro para quienes las habían financiado. Estas siete aportaban por sí solas más del triple de las pérdidas sufridas por todas las otras. Por añadidura, otro estudio norteamericano mostraba que mientras de 1960 a 1970 el rendimiento medio de las inversiones en capital-riesgo había sido del 20%, entre 1975 y 1980 había ascendido nada menos que hasta el 30%.

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