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Baltasar B. Samper

La firma de este pintor catalán es la más cotizada en Islandia

Baltasar B. Samper es un pintor catalán de 47 años que llegó a Islandia en 1961 "huyendo de la quema". La quema era íntima -una historia familiar de desencuentros amorosos en plena guerra civil que le alejó para siempre de su padre y profesional (una familia que quería ver al vástago trabajar en un museo o dar clases). Atraído por el dinero fácil de la fiebre del arenque, Samper llegó como pescador a Islandia. Se marchó y volvió en 1963. Hasta ahora. Se trata del pintor más cotizado de la Isla de Hielo.Es un hombre grandón y con un cierto aire hemingwayano, y no sólo en lo físico. Amante de la aventura, de los animales y del contacto con la naturaleza, Samper habla con desenfado no exento de sorna de lo divino y de lo humano. Dice que volvería al arenque en caso de que las cosas le fueran mal, y no hay motivos para dudarlo. Sin embargo, este, catalán judío, de madre mallorquina y padre francés, parece hallarse muy lejos de unas hipotéticas horas bajas. Vive en una magnífica casa en una localidad próxima a Reikiavik y su firma es la más cotizada entre la mesocracia islandesa.

Tiene dos hijas y un hijo con una escultora que en 1963 le quitó de la cabeza la idea de embarcarse y casi le obligó a coger los pinceles. Desde entonces pinta retrato, el sobrecogedor' paisaje islandés y lo que él llama crítica social, "que no vende", y de la que es un ejemplo el lienzo que preside la conversación, titulado, en castellano, Maricones criticones. Su estilo está próximo al expresionismo; "pero yo prefiero", dice, "hablar de realismo mágico, que me da más posibilidades: lo absurdo es más patente que lo dramático".

Ha expuesto en Londres y en la República Federal de Alemania, pero nunca en España, aunque ahora acaricia la posibilidad de hacerlo en Barcelona.

Cuando la charla entra en el cauce de lo estrictamente pictórico, el tono de la voz de Samper pierde vivacidad y gana en unción, se torna monocorde. Diríase que el pintor recita un discurso muy rumiado.

Habla sobre el actual boom de la pintura. "Viajo con frecuencia a Nueva York, que es un buen termómetro para tomar la temperatura del arte, y veo que hay olas cada cinco o siete años. Se ve claramente que está manejado con un propósito más lucrativo que artístico, que recuerda más a la lucha por patentes que a la del arte. Esto huele demasiado a la peseta".

El arte moderno, a su juicio, ha llegado al límite y, como en semejantes circunstancias en un strip tease, "ha dejado de tener atractivo". "Llegamos a un punto en el que la base de todo es la mierda, y después ¿qué?". Samper cree que tiene razón Robert Motherweil cuando establece un paralelismo entre el arte y la conquista del Oeste, y llama a volver al Este para rehacer, redescubrir. "Creo que el constructivismo ruso va a tener una gran influencia en el futuro", dice.

El pintor catalán lamenta que el vértigo impuesto por el mercado impida el florecimiento de una gran obra, pero dice que "en todo el mundo hay gente que trabaja sin pensar en galerías, críticos, fama y modas, y algún día veremos su trabajo".

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