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El barrendero que no quiso un millón de pesetas ajenas

Los billetes encontrados el pasado jueves en el 'metro' de Serrano son de los que caducan hoy

A veces un personaje de la calle, un ser con una historia gris, ocupa por uno o dos días un hueco en los medios de comunicación. Algo extraño le ha pasado, y sobre él cae la jauría de los reporteros. Antonio Berral Rodríguez, un menudo empleado de limpieza de 50 años de edad, se encontraba ayer en esa situación. A Berral le silban los oídos, está en boca de mucha gente, "y además sé que casi todo el público me pone de gilipollas" dice. El barrendero encontró el pasado jueves un millón de pesetas en una papelera del metro de Serrano, y, como si en ello le fuera la vida, corrió a entregarlo a la policía.

Antonio Berral estaba a punto de terminar su faena mañanera en la estación de Serrano, línea 4, cuando en una papelera vio un paquete envuelto con papel de periódico y atado con un cordel. Lo abrió -"siempre se abren este tipo de paquetes"-, y se encontró con el fajo de billetes. Su primera impresión fue que no eran buenos, que se trataba de dinero falso. Y enseguida rechazó la idea y le entró el temblor, "unos nervios que para qué" de los que aún no se ha deshecho.En el mismo lugar del hallazgo, vestido con su uniforme, un mono verde con el letrero de la empresa de limpiezas Uslé en el pecho, Berral explicó ayer los sentimientos que le invadieron en esa fracción de segundo en que tuvo el paquete abierto en sus manos. El primero fue la posible falsedad del fajo de billetes. El segundo: "¿Me habrá visto alguien?". El tercero: "Tengo que quitarme esto de encima; nunca se sabe de dónde puede venir; seguro que de un atraco o algo malo".

Un millón de pesetas en sus manos, casi un año de salario en poder de un hombre casado, con cinco hijos y vecino del Puente de Vallecas, y Berral sólo pensaba en quitarse la pasta de encima lo antes posible. Se sentía culpable, el dinero le quemaba en las manos. No sabía que la reciente reforma del Código Penal ya no considera hurto el apropiarse por las buenas de una cosa encontrada al azar. Berral fue corriendo a comunicar el hallazgo a Eusebio Martínez, el jefe de la estación de Serrano.

-Jefe, jefe, mire lo que me he encontrado.

-Pero ¿qué le pasa hombre? Está temblando como un flan.

-Mire, jefe, mire. Es dinero.

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Eusebio tuvo que conectar el ventilador de su cabina de control. El barrendero se asfixiaba.

Un viaje a Mallorca

Luego vino la presentación del dinero en la comisaría de Buenavista, el estupor de los funcionarios, el cachondeo de los compañeros, que le dijeron, le recuerdan y le recordarán durante un buen tiempo que "soy un gilipollas, que podía haber repartido el dinero entre todos y nos hubieramos corrido una juerga". Aunque Berral sabe que la inmensa mayoría de sus compañeros hubiera hecho lo mismo que él. Y es que "el que no está acostumbrado a hacer pirulas sufre mucho cuando le pasa una cosa así".

-Berral, si se hubiera quedado con el millón, ¿qué habría hecho?

-No habría dormido en mucho tiempo. Lo habría pasado fatal.

-No, quiero decir ¿a qué lo habría destinado?

-A comprar vestuario y muebles. Y si hubiera sobrado algo, a pasar con mi mujer 15 o 20 días de vacaciones en Mallorca.

La historia del millón de pesetas encontrado en el metro tiene aún otro elemento sorprendente. Los billetes son de los que caducan hoy, de los de mil pesetas con la efigie de los Reyes Católicos.

La policía baraja dos hipótesis. Una es que alguien muy despistado, tal vez un anciano de los que guardan sus ahorros bajo el colchón, se haya equivocado de fecha y haya arrojado el dinero a una papelera cuando aún tenía dos días para cambiarlo en el Banco de España. La otra es que el dinero sea sucio y que el que lo escondiera no haya tenido valor para ir a cambiarlo, aunque en principio, parece que no, que el dinero es limpio.

La policía ha reaccionado con el millón de la papelera casi del mismo modo que Berral. Ayer mismoel juzgado de guardia de Madrid recibió el fajo de billetes, con la indicación expresa de que había que cambiarlo para que no perdiera su valor.

En cualquier caso el barrendero cobrará. Un 10% del total, si aparece alguien que pueda demostrar de modo fehaciente su propiedad. El millón entero, si dentro de dos años justos no lo ha reclamado nadie. Así que, después de todo, Berral no es tan tonto. Es posible que algún día viaje a Mallorca con su señora, una luna de miel cien veces postergada. Y con la conciencia tranquila.

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