La piqueta termina con el chabolismo vertical en San Blas
La Administración derribará 1.563 viviendas construidas hace 25 años
La Administración está gastando miles de millones de pesetas en derribar los pisos sociales construidos hace 25 años para sustituirlos por viviendas dignas. Edificios hexagonales, abiertos, de bajos diáfanos, se levantan en los solares ocupados hasta ahora por las viviendas de la parcela H de la barriada madrileña de San Blas, de torres oscuras, distanciadas en filas paralelas como destacamentos militares. Chabolismo vertical. De 1.820 viviendas, 1.000 son construidas de nuevo o están a punto de terminarse. Han costado 3.500 millones de pesetas.
Las viviendas de la parcela H, como la mayoría de las que forman el gran San Blas y otras colonias construidas por el franquismo, han sido desde su terminación objeto de polémica, soterrada primero, al aire libre luego, cuando en la agonía del régimen anterior el movimiento ciudadano invade la calle y los despachos de los directores provinciales, e incluso de algún ministro.El 14 de mayo de 1979, el entonces titular de la Vivienda, Joaquín Garrigues, firma la orden por la que se aprueba la reordenación de 30 barrios madrileños, ampliados luego a 32. En total, 32.718 viviendas, una de las operaciones urbanísticas más espectaculares y complejas acometidas en Europa. Una de las condiciones era que las nuevas viviendas se levantaran en los mismos barrios. La gente, que había sufrido años de dramas e incomodidades, no quería ahora abandonar las zonas a las que había ido dando vida.
Garrigues tuvo que sancionar unas condiciones de adquisición de las nuevas viviendas tan peculiares -a pagar en 35 e incluso 50 años, con períodos de carencia-, que no había legislación que pudiera ampararlas.
De hecho, la reordenación se comenzó mediante una simple orden interior que el ministro comunicó ala Dirección Provincial de la Vivienda y que nunca llegó a publicarse en el Boletín Oficial del Estado.
La parcela H cuenta hoy con colegios nacionales, galerías comerciales, un polideportivo municipal, farmacias, y una conciencia colectiva forjada en años de manifestaciones y asambleas.
Las nuevas viviendas emergen orgullosas y modernas, esquivando las viejas construcciones llenas de lacras. La reordenación ha requerido un complicado equilibrio: edificación de una de las alas de los nuevos bloques, realojamiento en ella a los vecinos de la casa antigua, derribo de ésta, utilización del nuevo solar para levantar otra ala, y así sucesivamente. Los vecinos han aguantado años rodeados de máquinas, polvo y ruidos.
Todo minúsculo
Todo era minúsculo en la parcela H de San Blas. Uno de sus habitantes, casi sesentón, recuerda cómo ha transcurrido su vida en uno de los pisos: "Las casas son muy malas, no sólo por lo pequeñas, sino porque no están acondicionadas. Había bombillas que estaban puestas pero sin cable. A los obreros se les había acabado y la empresa no suministraba más. Los materiales eran malos y quien hizo los proyectos no debió preocuparse de los detalles". Sólo así se explica que muchos de los bloques contiguos no tengan juntas de dilatación entre ellos. En otros bloques, la junta está en medio de una vivienda. Cuando cambiabá el tiempo las casas se contraían, crujían y se agrietaban."Cuando vinimos aquí esto era un descampado", recuerdan los primeros vecinos del polígono. "La farmacia estaba a dos o tres kilómetros", aseguran, "no había colegios ni tiendas, y teníamos que cruzar por descampados para coger el tranvía".
Las viviendas -menos algunas para familias numerosas, que disponían de 60 metros cuadrados habitables-, tenían entre 40 y 45 metros cuadrados, en los que se repartían tres dormitorios, un salón comedor, el cuarto de baño, la cocina y un tendedero. Había que hacer filigranas para introducir un mueble por escaleras de 80 centímetros y los ataúdes se bajaban en posición casi vertical.
San Blas era un campo abonado para el surgimiento de movimientos sociales y ciudadanos y la implantación de los partidos de izquierda. La primera asociación que se creó fue la de Simancas, y luego la propia del polígono H. "Lo hicimos porque los de Simancas estaban muy dirigidos por la política del PCE, y nosotros queríamos las casas y nada más. "Al principio sólo pedíamos que se nos arreglaran las casas. A mi bloque se le voló el tejado, de uralita, cinco veces, y como las paredes no tenían ningún aislamiento, ni calefacción de ninguna clase, en invierno hacía un frío tremendo. Luego fue el propio ministerio, en 1979, el que nos dijo que era mucho mejor tirar las casas y hacer otras nuevas".
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