_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El padrino

Mientras científicos y filósofos discuten acaloradamente si el azar es o no es fuente del orden y principio de la organización universal, el azar en su estado más bruto ha invadido desordenada y caóticamente esta soleada provincia del universo. Loterías primitivas y clásicas, quinielas caballares y futboleras, ruletas y máquinas tragaperras, bingos y tómbolas, cupones de ciegos y toda suerte de rifas más o menos benéficas se disputan nuestra atención a grito pelado. Yo no sé si la célebre combinación del azar y la necesidad es esa gran ley por la que se rige todo esto, pero en este país, y precisamente en vísperas del gran estreno europeo, hemos decidido encomendar nuestras necesidades al azar. El sonido dominante de las calles españolas, como observó el etnógrafo Enzesberger, es la monocorde, salmodia oriental de los loteros de esas mil y una fórmulas para enriquecerse a base de goles, galopadas, bombos y bolas.La primera impresión es de mareo. Ya no sé si hay que marcar una equis en la QH, ponerle resultados de la Liga de fútbol a la lotería de Carlos III, comprar cartones de bingo para jugar a la ONCE, introducir fichas de ruleta por la ranura de la máquina tragaperras o apostar en el casino con décimos del gordo. Lo peor, con todo, no es jugar, sino verificar que has perdido. Uno cae fácilmente en la tentación del décimo, del cupón, del boleto, pero lo complicado es descifrar luego esas endiabladas tablas de guarismos, resultados, signos y algoritmias.

Cuando la otra gran crisis, la de los años treinta, el azar era asunto clandestino y el negocio de las casas de juego estaba en manos de Al Capone, Luciano y demás padrinos de la. Cosa Nostra. En. esta crisis el gran padrino del azar es el Estado En lugar de metralletas y matones utiliza la televisión y el BOE para enviciarnos en el juego, aunque los métodos de control del negocio y los sistemas de recaudación son idénticos. El Estado empezó prohibiendo el azar, luego lo toleró y ahora lo monopoliza. Sería un error creer que los beneficios únicamente son económicos. Lo que el padrino pretende es convencernos de que, en estos tiempos de crisis, lo más seguro es el azar. Mata dos pájaros de un tiro: justifica su impericia y nos disuade de otras acciones.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_