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Tribuna:MADRID RESUCITADO
Tribuna
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Hortaleza

Dice Gómez de la Serna que la calle de Hortaleza es hermana pobre de la de Fuencarral, callejón provinciano maquillado ahora en gris de gas, cubierto por una pátina cuaresmal que todo lo iguala.Pero Cenicienta oculta bajo el hollín numerosos encantos que no saben ver los viajeros del autobús, para los que Hortaleza es un macilento túnel en el que se confunden tabernas y farmacias, conventos y pubs, comercios de toda la vida y boutiques de precaria existencia. Sólo destacan, a primera vista, las escandalosas leyendas del Benavente reconvertido en cine X, cuyas carteleras glosan imaginativas perversiones escandinavas y Emmanuelles sorprendidas en los más, exóticos lupanares.

Pero ésta es una calle de artistas y de santos, abundan por la zona establecimientos dedicados a lienzos y materiales de pintura y a la venta y alquiler de máquinas de escribir. El santo más famoso es san José de Calasanz, que en versión, de Francisco de Goya se esconde en un lateral de la iglesia de San Antón, cuya romería vuelve a prosperar en beneficio de la desmedrada fauna de la urbe.

Los escolapios, que bendicen a la grey animal cada 17 de enero, santifican también con sus enseñanzas a cientos de niños del barrio. No hace mucho tiempo estos santos varones solían recordar a sus pupilos los orígenes de un edificio que fue antes lazareto y más tarde checa. Un antiguo alumno dedicado ahora a labores cinematográficas rodó en estos patios algunas escenas de una película de ambiente carcelario sin tocar el sórdido decorado.

Frente a San Antón se halla el convento de santa María Magdalena, antes de las Recogidas, establecimiento destinado en sus inicios a cobijar prostitutas arrepentidas. Bajo la advocación de la única mujer adúltera que obtuvo la gloria de los altares se pusieron en el siglo XVII los severos cofrades de la ronda del pecado mortal, precedente ibérico del Ejército de Salvación cuya comitiva recorría las noches madrileñas exhortando a los cristianos a expiar sus pulpas. En los años setenta de este siglo el convento volvió a gozar de primera popularidad como albergue de unos cristianos caballeros que tenían arrendados los bajos del cenobio como taller en el que se fabricaban bolígrafos-pistola de avanzado diseño, gadgets siniestros para cruzados expeditivos.

La nómina de edificios religiosos se completa con la Casa de la Misericordia de Santa Isabel, convertida en colegio de monjas. Entre San Antón y Santa Isabel, en el chaflán de Santa Brígida, se levanta una fuente de Ventura Rodríguez llamada de los "galápagos", pese a que figuren en su obra dos espléndidos delfines entrelazados y no se perciba rastro alguno de quelonios. Pepe El Galápago, tabernero que tuvo su establecimiento frente a la fuente y novillero aficionado, fue el asesino del célebre perro Paco, un can respetado por los madrileños por sus impecables gustos teatrales y taurinos, que ejercía la crítica con autoritarios ladridos en los ruedos y en las plateas y era con tertulio mimado del café de Fornos. En una mala tarde, sobre el albero de las Ventas, El Galápago acuchilló al resabiado chucho que se había lanzado al redondel para criticarlo por sus rudimentarios modos taurinos. El Galápago estuvo a punto de ser linchado y el sepelio del célebre perro conmovió al pueblo de Madrid.

Hoy la taberna más respetable del barrio sigue siendo la de Los Pepinillos, un clásico del encurtido, un paraíso de las banderillas 3 de los picantes que convoca entre sus vetustos muros numerosas tertulias, abastecidas con ejemplar profesionalidad y afable trato por Eulogio y Segundo tras el venerable mostrador de zinc.

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