Una Academia para Europa
Europa no tiene un sistema universitario unificado como Estados Unidos ni intercambio de profesores ni estudiantes. En su interior no hay ninguna movilidad intelectual. Todos, en cambio, se van a Estados Unidos, como estudiantes o como visiting professors. Alcanzada la fama, se quedan como profesores en las universidades más célebres: Harvard, Columbia, Stanford. Europa y EE.UU. no son dos bloques culturales separados y en contacto. Son un único sistema estelar en el que Estados Unidos es el centro y los países europeos los brazos, sin contactos directos entre ellos.Sólo en el centro está el conocimiento y el poder. Porque sólo el centro conoce el conjunto. Los otros están condenados a tener una visión limitada, regional. Y la diferencia aumenta en desventaja nuestra. Ahora incluso la cultura francesa está perdiendo importancia junto a su lengua. Lo que antes era entre los americanos benévolo desinterés está convirtiéndose en desprecio. Los europeos están perdiendo la fe en sí mismos. Balbucean incluso cuando tienen cosas importantes que decir.
El fraccionamiento y la debilitación de la cultura europea es una catástrofe. No puede haber desarrollo de la ciencia y la tecnología en Europa si no se puede reconstruir un polo de atracción autorizado y digno. No se puede tener conciencia política europea si su elite cultural está continuamente mirando a otra parte y es arrastrada continuamente desde ella. No es posible pensar en una reforma que modifique el sistema universitario. Los estatutos jurídicos son distintos y las retribuciones no son parangonables. Lo que se puede hacer es algo por encima y más allá de la Universidad. Algo completamente. nuevo, pensado a escala comunitaria, y que supere de entrada todo lo que es nacional, regional o provincial. La iniciativa debería venir directamente del Parlamento Europeo, con el acuerdo de los Gobiernos, pero debería ser financiada sobre todo con capital privado, con patronazgos y con suministro de servicios-. Porque debe estar en estrecha relación con la sociedad real, los intereses económicos y las cosas prácticas.
Una institución de este género, superuniversitaria, de altísimo nivel, existe en todo país, y es la Academia. En Estados Unidos y en la URSS juega un papel importante. En Italia y en Francia ha sufrido un proceso de esclerosis. Pero el principio por el que nació continúa siendo válido. Una Academia Europea de las Ciencias, de las Letras y de las Artes puede ser el lugar en el que converjan todos los grandes estudiosos, todos los grandes artistas sin limitación de sectores. Lo importante es que cada uno haya realizado una contribución original en su campo. Desde la genética hasta el urbanismo, desde el cine hasta la tecnología aeronáutica, desde la economía hasta la pintura. Los ejemplos del Premio Nobel y de la Fundación Balzan nos muestran que es posible en contrar jurados serios y dignos. Piara evitar que la Academia se convierta en un geriátrico como la, Academia de Francia (y otras), se debería prever una edad de jubilación, por ejemplo a los 70 años. No se debe en ningún modo pensar en una elite restringida. La Comunidad nece si la convocar sus mejores com petencias,e inteligencias. Hoy día los campos de la ciencia, del arte y de la técnica son tantos que una Academia europea está des tinada a agrupar millares de personas. Lo importante es que éstas tengan la ocasión de encon trarse, de conocerse, de trabajar juntas, de hacer proyectos avanzados. Lo importante es que la sociedad, los Gobiernos, las regiones, las ciudades, las empresas, las universidades, las utilicen, las pongan a prueba en las tareas más esforzadas, más difíciles, en las que se producen las competencias más elevadas. Sería catastrófico pensar en esta Academia como una distínción honorífica. Debe ser un centro de pensamiento y un servicio a la patria común europea. Tomar parte en ella significa asumir unos deberes, por lo que sería necesario un compromiso formal de los académicos en este sentido. Por este motivo, la admisión en la Academia debe ser rigurosamente limitada a los ciudadanos de la CEE, sin que sea posible ninguna excepción. Sé que muchos fruncirán la nariz ante una limitación de este género. Estamos habituados a la retórica de la ciencia que supera las fronteras, que unifica a la humanidad. Pero en realidad nosotros, los europeos, estamos atrapados entre los tremendos nacionalismos americano y soviético, y lacerados por nuestros pequeños y mezquinos nacionalismos interiores. Hoy es preciso tener el coraje de fundar un nacionalismo europeo.
Una Academia europea no debería tener una única sede, salvo una secretaría centralizada por exigencias administrativas. La Europa comunitaria es a un tiempo una y policéntrica, y así debe ser su Academia. Podría, por ejemplo, tener dos o trips se des en cada país. Pero las sedes no deberían ser un instituto y menos todavía un hotel. Debe rían ser, antes que nada, un club, un lugar en que los estudiosos encontraran un despacho, salas donde reunirse y recibir gente, con una secretaría eficiente. Algo así como el servicio que American Express ofrece a los managers. Es a estas sedes, conectadas a través de una red, a donde se podrían dirigir todos los que tienen necesidad de expertos. No hay necesidad de que la Academia organice congresos o investigaciones. No debe ni. siquiera sustituir a la Universidad, aunque puede ofrecerle docentes para objetivos especiales. No debe financiar nada, no debe dar su patrocinio a nada. Su objetivo es constituir una comunidad cultural europea, conseguir la masa crítica que haga nuevamente de la Europa comunitaria un centro interesante para sus estudiosos. Debe proporcionar ánimo y dignidad. Debe, al mismo tiempo, exigir la calidad y condenar todo lo que es provinciano y mezquino.
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