_
_
_
_
Tribuna:LOS EFECTOS DE LA CONCERTACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A un año del AES: una reflexión crítica

La insistencia de los firmantes del Acuerdo Económico y Social (AES) (Gobierno, Unión General de Trabajadores y Confederación Española de Organizaciones Empresariales) en el fracaso del mismo me parece un dato irrelevante por obvio. Lo que preocupa realmente es que ese fracaso sitúa la credibilidad y el desprestigio de la concertación social en unos niveles alarmantemente bajos.Con el AES, lo que realmente quiebra es todo un modelo y una práctica de concertación social, mantenida en los últimos cinco años y cuyo balance gobal es a todas luces estéril e injusto.

La dinámica de concertación social de este último lustro ha sido una coartada anti-social para una política de ajuste económico de corte liberal y monetarista.

El sacrificio salarial de los trabajadores españoles con empleo -y lo que ello comporta en tasas de empobrecimiento objetivo y retroceso de la demanda interna- no tiene parangón ni precedente en el ámbito europeo. En contrapartida, el desempleo es más abundante -casi el doble del registrado hace cinco años-; el empleo disponible es más precario y gangrenado por la eventualidad; la economía sumergida y el trabajo negro son realidades ascendentes, asumidas y hasta estimuladas como males menores; la negociación colectiva es una caricatura reducida a la mínima expresión del automatismo salarial a la baja como único contenido; la reconversión industrial y productiva y la renovación tecnológica son procesos en curso, no sólo sin el menor control o dimensión social, incluso en muchos casos sin el menor sentido de planificación y racionafidad respecto a los propios objetivos que dice perseguir (a veces tiene uno la sensación de que reducir plantillas y renovar maquinaria -las dos cosas, con esfuerzos inversores fabulosos- responden a una inercia de esnobismo más que a un imperativo económico y productivo razonado); se ha abierto una brecha irreversible en la Seguridad Social, que agudizará, generalizándolo, el carácter benéfico de ésta, como estímulo objetivo a la privatización de la cobertura y los servicios...

Balance injusto

Nadie, desde la sensatez, puede dar por bueno el balance histórico que arroja la concertación social en nuestro país. Un balance injusto, insolidario y absurdo, por cuanto a la aportación de sacrificios de las mayorías no se corresponde una contención del paro y una activación del empleo, ni una mejora mínima en la calidad de vida, de trabajo, de cobertura social de esas mayorías, ni una economía sañeada o en vías de ello para un país situado en la encrucijada de ser una potencia europea o un mercado colonial de fácil acceso a los capitales europeos y norteamericanos o la occidentalísima iniciativa japonesa.

A tenor de lo dicho, añado mí estupor ante la insensibilidad y el escaso sentido áutocrítico con el que los autores del AES contemplan su muerte. Parece como si fueran ajenos al hecho. Tal vez por eso el Gobierno, al tiempo que hace alquimia con las cifras del paro y los precios, reitera su apoyo a una concertación social cuyo balance está a la vista, en estrecha lógica -y nulo propósito de enmienda- con sus planes económicos a medio plazo: congelación -disminución de hecho- de los salarios reales los próximos cuatro años, reducción de la inversión pública y bloqueo de la aportación estatal a la SS, etcétera. Es decir, que siga la fiesta de una concertación social, coartada de una política económica desconcertante por su escaso sentido social.

En lo tocante a UGT, asume resignadamente la muerte del AES sin ligar ésta a sus causas y efectos profundos (¡qué se le va a hacer!) y no se le ocurre otra cosa que salvar del naufragio las previsiones salariales del AES para 1986 con. arreglo al índice de precios que el Gobierno establezca (por debajo del 8% a fin de cuentas). Estas mismas lumbreras -incapaces de asumir sus fracasos y el resultado triste de su quieroy no puedo permanente, especialistas en endosar contra los trabajadores su propia incapacidad- son las mismas que teorizan sesudamente sobre la crisis sindical, la desafiliación y el desencanto de los trabajadores, y nos proponen modelos sindicales de futuro como continuidad imposible de lo que hay.

Tal vez sea la CEOE la que menos vinculada se siente al fracaso del AES. Difícilmente podemos incumplir todo o parte de un acuerdo en el que no figuraban compromisos medibles para nosotros, parece ser la reflexión de CEOE. Por contra, la negativa del Gobierno a concederles el despido a la carta, permite a la CEOE incluso columpiarse en el agravio comparativo. El liberalismo que se ha producido en materia de contratación y despido en los últimos cinco años, o la evolución comparada de sálarios y beneficios empresariales en ese mismo período, por lo visto no cuentan.

Voluntad de reconstruir

Quiero acabar dejando constancia de que esta reflexión crítica sobre el AES, y por extensión sobre la experiencia de la concertación social, sin precedente histórico en nuestro país, por otra parte, está basada en un principio fundamental para la USO: la estrategia sindical de solidaridad y concertación es irrenunciable para nosotros y creemos que imprescindible para los trabajadores y el país en su conjunto. Esta es una posición de principio, con especial vigencia en tiempos de crisis y absoluta necesidad de éxito frente al tremendo desarlo nacional que comporta el ingreso de nuestro país en la CEE y los oscuros presagios de ese ingreso a corto y medio plazo.

Por ello, la crítica al AES y al modelo de concertación más vigente lleva implícita en nuestro caso una voluntad profunda de reconstruir, reinventándola, la Concertación Social con deliberadas mayúsculas. Los contenidos críticos de este artículo sugerirían por sí solos las propuestas y coordenadas para ese relanzamiento de la Concertación que proponemos. Pero, en todo caso, el tema está pidiendo ya ríos de tinta y esfuerzos titánicos de imaginación y coherencia, porque el agotamiento de lo que hay es evidente.

Manuel Zaguirre es secretario general de Unión Sindical Obrera (USO).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_