Los trucos de la grabación de 'West side story'

Los melómanos tendrán hoy la oportunidad de contemplar en TVE-1 un espectáculo de indudable atractivo, como son los prolegómenos de una grabación. Si para cualquier profesional de la música siempre son más interesantes los ensayos que el concierto, para los aficionados y los curiosos no lo es menos ver cómo se realiza una grabación, con sus trucos y repeticiones. West side story es la obra que sirve de pretexto para ello, con dirección del compositor Leonard Bernstein e interpretación de Kiri Te Kanawa y José Carreras. El programa narra los entresijos de la grabación.

Tras la pieza teatral de Broadway, la película de Robert Wise y últimamente la espléndida grabación dirigida por el propio Bernstein, se incorpora ahora este peculiar reportaje, que probablemente venga a dar más millones a su autor.El compositor decidió, 18 años después de su estreno en Nueva York, coger la batuta para grabar su obra tal y como él la veía, ya que hasta entonces las diversas grabaciones existentes, bandas sonoras originales incluidas, habían sido elaboradas por terceros. Y desde luego su visión contiene cambios notables respecto a las anteriores. Así, por ejemplo, sorprenderá ver que los intérpretes no son teenagers del pop, sino personas maduras de la lírica, que en algunos casos estarían claramente fuera de papel en la escena aunque canten maravillosamente.

Kiri Te Kanawa y José Carreras son sus protagonistas principales desde las primeras secuencias en que son recogidos en su hotel para ser trasladados a la casa de Bernstein y de ella al estudio de grabación, en donde se ,podrá comprobar que para ellos no todo fue coser y cantar, algo frecuente en el mundo operístico o sinfónico cuando hay un director que exige.

De ahí que veamos a Carreras exasperado -porco Dio, exclama en una ocasión- reconocerle al director, quien parece visiblemente nervioso, su dificultad para cantar tal y como aquél lo desea, y repetir una y otra vez el Something's coming para finalmente entonar un María de una espontaneidad y desenvoltura como jamás pudiese imaginarse de un divo de la ópera, usualmente artificiosos e impostados en la música popular. Escenas como éstas se producen a menudo en teatro y grabaciones, y no es imaginación que, en ocasiones, llevadas las cosas al extremo, director e intérpretes casi lleguen a las manos.

Algunas trampas de las grabaciones quedan también al descubierto. El público se dará cuenta de que los monólogos no son efectuados por los protagonistas, sino por otra pareja de jóvenes .que curiosamente son hijos de Leonard Bernstein. De ahí a que en ciertas publicaciones alguna nota extrema -los temibles do de pecho- no sea cantada por el intérprete anunciado sólo hay un paso.

Para los amantes del bel canto será un momento mágico la presencia de Marilyn Horne en una breve pero impresionante versión del Somewhere, y aquellos de espíritu mordaz hallarán ocasión para liberar su ironía en la escena de América.

Después de contemplar este reportaje, que humaniza y desmitifica la música de lata, nadie podrá dudar de las razones por las que muchos aficionados intentan colarse en los ensayos generales de óperas y conciertos.