El cambio es lo que se quiere cotizar
Apatía. Desisterés ante mejor coyuntura. Goteos a la baja. Modorra veraniega. Espera a que se aclare el panorama. En este ambiente, con suaves goteos a la baja y amagos de repunte rápidamente frustrados el jueves, los índices de cotización de las bolsas españolas han perdido durante la semana en torno a un punto. Falto de actividad, lo que el mercado parece que recotizar es el cambio. Los habituales dicen que se aproxima el desenlance. Que, sea al alza o a la baja ganará la contratación. En efecto, lo que más se ha echado de menos desde el lunes al viernes ha sido el negocio. Pese a que se aleja el verano, la contratación de acciones ha resultado incluso inferior a la semana precedente, también débil y apática. En Madrid, sólo el jueves creció algo, sin llegar a los 1.000 millones de pesetas, y para luego descender el viernes. ¡Qué lejos quedan los 2.000 y 3.000 millones fáciles de enero y febrero pasados, el día en que se superaron los 5.000!
Pero conforme avanza el calendario crecen las expectativas sobre la superación de la faja de atonía que encorseta los mercados desde marzo último, tanto en contratación como en cotizaciones. La banda de resistencia mostrada por los índices generales en los últimos meses -para Madrid, del 111 % al 109%- puede ser rota en breve, aseguran algunos. Tal es su ansia de novedades que se consuelan con la eventualidad de que, si fuera a la baja, al menos subirían ampliamente los volúmenes.
Cuando han bajado este año las cotizaciones, el negocio se ha reforzado mucho. Paralelamente, en Madrid, cuando el índice general ha rozado en los últimos meses el 11 %, en los días siguientes los cambios tendían a marcar caídas en picado; y al revés ha sucedido con la barrera del 109. Es que -con adelantos, retrasos o leves perturbaciones psicológicas- las bolsas todavía siguen los ciclos de la economía real. Es que, si recordamos la anual puesta al 100% de los índices generales, continúan a la altura de los máximos del año pasado, superiores al 150%. Es que, en 1985, los balances de las empresas repiten por lo general su mejora. Es que quienes menos se mueven son los grandes inversores institucionales, quienes sólo parecen dispuestos a comprar o vender si encuentran volúmenes de su interés y a precios de su interés.
La insensibilidad ante la coyuntura -cierta actividad económica desde el segundo trimestre, vuelta a las expectativas bajistas de los tipos de interés desde agosto, síntomas de futura moderación en el gasto público, etcétera- quizá responda menos a la incredulidad de dichos inversores que a la falta de oportunidades atractivas. Otros interrogantes, como el saneamiento del sector eléctrico, el nivel de ajuste de cada banco a sus riesgos y la actitud de los inversores extranjeros ante la peseta, permancen como estaban.
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