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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¡Vaya carreteras!

LA APROBACIÓN por un reciente Consejo de Ministros de la inversión de 5.400 millones de pesetas para mejorar 250 kilómetros de nuestra red de autovías constituye escaso consuelo para los sufridos usuarios de las carreteras españolas. Los turistas extranjeros y los ciudadanos españoles que hayan tenido que desplazarse este verano en automóvil a lo largo de itinerarios desprovistos de autopistas (cuyo servicio de mantenimiento es bastante peor que en el resto de Europa) habrán podido comprobar, a costa de sus nervios y de enormes dosis de paciencia, que nuestra red viaria continúa en un lamentable estado y es una fuente permanente -de mortales accidentes de circulación.Para poner ejemplos de manual, resulta casi inverosímil que la carretera Madrid-Zaragoza siga obstruida por el tapón plagado de semáforos de Alcalá de Henares, que Talavera de la Reina desempeñe un papel similar en el trayecto, Madrid-Badajoz y que una oscura constelación de intereses creados retrase todavía el desvío de Aranjuez en la carretera Madrid-Sevilla. Es inadmisible insistir en que son razones de presupuesto las que impiden la rápida eliminación de esas causas de atascos y de accidentes. Sólo a la ineficacia e ineptitud políticas de los sucesivos gestores ministeriales es achacable. Pero la desastrosa situación de nuestra red viaria no se agota, ni mucho menos, con la comprobación de que la capital de un Estado tantas veces tachado de centralista se ha convertido en un lugar casi inexpugnable, de acceso difícil por cualquiera de los puntos cardinales y desde cualquiera de las fronteras. Santander tiene problemas todavía más dramáticos de comunicación, tanto hacia la meseta como hacia Bilbao y la cornisa cantábrica occidental. Las mejoras introducidas en la fatídica carretera castellana de la muerte, que utilizan los emigrantes portugueses en Francia, han sido mínimas. Las comunicaciones por carretera entre Andalucía Oriental y Andalucía Occidental resultan casi impracticables y aíslan entre sí a varias capitales de una misma comunidad autónoma. Valencia es un sueño lejano para el automovilista que habita en Madrid -pese a los pocos kilómteros que le separan de esa costa-, y Galicia, aunque ha mejorado sus accesos, constituye toda una aventura para el usuario del automóvil que desea llegar a su territorio.

En unas declaraciones a la Prensa, el ministro Sáenz de Cosculluela atribuyó la autoría moral de buena parte de las obras públicas realizadas durante el anterior régimen a los planes, elaborados bajo el mandato del socialista Indalecio Prieto durante la II República. Los pesimistas podrían llegar, así, a la conclusión de que el Gobierno socialista se considera satisfecho con la elaboración de proyectos de ingeniería sobre el papel cuya ejecución práctica correspondería a Gobiernos de derecha o a sistemas autoritarios. Pero los electores diricilmente aceptarán esa extraña división del trabajo, que reserva a los conservadores la realización de las obras públicas, y a los Gobiernos de izquierda, su ensoñación. Las promesas del PSOE incluían una política de carreteras orientada hacia la mejora de la calidad de la infraestructura existente, la terminación de las autopistas iniciadas y la racionaflzación de la explotación de las ya existentes. Son, otra vez, promesas incumplidas.

Los responsables de la política económica argumentan que las enormes cifras del déficit exigen severas medidas de ahorro del gasto público. No está nada claro, sin embargo, que ese régimen de adelgazamiento presupuestario tenga que hacerse a costa de los gastos de inversión y no de los gastos corrientes, o que la compra de armamento deba prevalecer sobre un servicio público como las carreteras, vital para la economía del país (de ellas depende en buena medida el transporte de mercancías y el turismo) y decisivo para el bienestar social: Al menos, los socialistas pensaban de manera distinta cuando, desde la oposición, aspiraban a lograr ese poder que finalmente conquistaron. "Las obras públicas", predicaba el programa electoral del PSOE, "iriciden de modo importante en la modernización de la economía y en la creación de empleo" y "proporcionan al ciudadano servicios indispensables para alcanzar una aceptable calidad de vida".

Pues en esto de las carreteras bien puede decirse que nada o muy poco se ha hecho, que ha continuado el deterioro de los firmes y que nuestra red viaria sigue desdiciendo de los niveles de desarrollo español, de las cifras macroeconómicas que el Gobierno maneja y del simple sentido común aplicado a la política.

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