Inmoral
Cada día hay más anuncios por palabras dedicados al sexo. Son páginas dé lectura amena e instructiva, aunque resulten en ocasiones algo enigmáticas, como cuando se refieren al "ardiente dúplex", a la "disciplina inglesa" o al "beso negro". Hay algunos anuncios particularmente, tiernos, como aquéllos que empiezan "fui miss Tanga dos veces". Otros abonan las más profundas fantasías masculinas, diciendo. cosas como la mí también me gusta". Muchos avisos, en fin, comienzan explicitando el origen de la anunciante ("alicantina", "madrileña") como si la patria chica fuera algo definitivo en los trajines de la carne.Pero lo que a mí me choca de todo esto es que, pese a estar saliendo poco a poco a la luz, siga siendo una actividad tan despreciada. En esta sociedad la prostitución carnal es lo más bajo: una gorrinería, deleznable. La verdad es que yo no acabo de entender por qué vender un pedazo de anatomía en la entrepierna es moralmente peor que vender tu cuerpo entero, tu existir, tu inteligencia, tus conocimientos, muchas veces tu albedrío y tu conciencia, que es lo que en definitiva hacemos todos. Cuando entramos cada mañana a la oficina o a la fábrica y depositamos ocho horas de vida en, un trabajo odioso, pura y simplemente por el sueldo, estamos siendo comprados, usados, manipulados y fastidiados, lo mismito que los esquineros sólo que sin enseñar nuestras vergüenzas.
Y que nadie hable de honestidad y moralinas. Porque los profesionales de la prostitución realizan una transacción comercial clara y concreta. Pero, ¿qué decir de todos los arribistas, de los trepadores sin escrúpulos? De esos tiburones ambiciosos, tan comunes, que ascienden en la escala social a fuerza de asesinatos sin sangre, vendiendo hasta el último rincón de su conciencia. Estos tipejos suelen terminar convertidos en prohombres de la patria, alcanzan cotas económicas jamás soñadas por los modestos mercaderes de los cuerpos, y, puestos a jeringar, Jeringan a muchas más personas que las putas o los putos, pero sin utilizar los genitales y sin proporcionar placer alguno.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.